Mostrando entradas con la etiqueta Santa Marina de Valdeón. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Santa Marina de Valdeón. Mostrar todas las entradas

domingo, 28 de julio de 2013

Escalada en los Picos de Europa: Primera toma de contacto.

Los Picos de Europa constituyen un tremendo macizo calcáreo que emerge colosalmente en medio de la Cordillera Cantábrica, sometido a una intensa karstificación, y cuyas elevadas cumbres, las más altas de la cordillera, se alzan aparentemente desnudas a modo de torres, agujas y cresterías poco menos que inaccesibles, un conjunto de extrema y abrumadora belleza. A diferencia de los Pirineos o de cualquier otra cordillera peninsular, la transición del valle a la montaña de los Picos de Europa se produce tan bruscamente que aquí se dan los mayores desniveles conocidos en la Península Ibérica.

Panorama de los Picos de Europa desde la cumbre de La Palanca.
A lo largo de veinte años he realizado multitud de rutas y ascensiones por los Picos de Europa, aventuras de las que he dejado buena nota escrita en este mi blog montañero. En mucha de aquellas ascensiones (Torrcerredo, Torre de Arestas, Torre de Friero...) me he jugado literalmente el tipo por no ir equipado ni contar con un mínimo de conocimientos de escalada. 

Ahora que por fin he dado el gran salto al mundo de la escalda, es hora de regresar a las montañas en las que me inicié en el mundo del alpinismo y vivir nuevas experiencias desde otra óptica. Cualquier escalador que se precie tiene que escalar en los Picos de Europa, pero, como en todos los ámbitos de la vida, hay que aplicar el sentido común y no "lanzarse" al dominio de la escalada en alta montaña sin una cierta pausa y serenidad. 

Para mi compañero Dany es la primera visita a los Picos de Europa. Hemos venido para realizar una primera "toma de contacto", nuestro objetivo no es otro que probar las sensaciones de escalar sobre roca caliza, algo a lo que no estamos habituados. 

Para ello hay un lugar ideal en los Picos de Europa: La Vega de Liordes. Allí se encuentra una de las mejores "escuelas" para iniciarse en la escalada sobre roca caliza, un claro ejemplo de lo que supone escalar en los Picos de Europa. 


 Llegamos al Caben de Remoña el viernes por la noche después de un largo viaje desde Madrid. Con los frontales nos pusimos en marcha a las once de la noche para llegar a la Vega de Liordes. Subimos por la Canal de Pedabejo a oscuras y llegamos al Collado Remoña en torno a las doce de la noche. Bajamos a la vega y nos tiramos al suelo para dormir al raso. 

Pero a las cinco de la mañana comenzaron a caer gotas del cielo y tuvimos que montar la tienda a toda prisa. No paró de llover hasta las diez de la mañana; cuando pensábamos que se nos iba a estropear el fin de semana, asomaron grandes claros desde el cielo y el calor del sol secó rápidamente las vías que teníamos previsto escalar.

No se nos dio nada mal, practicamos a lo largo de toda la mañana en las paredes próximas al chozo de Liordes, probando a escalar por los canalizos y lapiaces habituales en la roca caliza. Por la tarde nos aproximamos a la Peña Regaliz para probar la "Vía Divertimento" (V+), ascensión abierta por Adrados y Eduardo Martínez en 1985. Pero el primer largo exige una delicada y expuesta travesía que no nos gustó nada y descartamos la ascensión.

No pasa nada, hemos venido a probar y a tantear, aunque tenemos muchas ganas de realizar nuestra primera gran escalada en Picos, todavía no es el momento. Regresamos a nuestras paredes y seguimos practicando.

A la mañana siguiente, el domingo, decidimos probar suerte con la Cresta de la Torre de Salinas, un lugar perfecto para habituarse al "vacío" y a los grandes "cortados" de los Picos de Europa.

Dany en la cresta, al fondo, la Torre de Salinas.
El panorama es sobrecogedor, cuesta mucho habituarse a escalar en un lugar como este.

Valle del Liébana desde la Cresta de la Torre de Salinas.
El fin de semana es corto y no da para más. Confiamos en volver más pronto que tarde motivados para realizar nuestra primera ascensión técnica en los Picos de Europa. Esta ha sido una primera "toma de contacto" necesaria para saber a lo que nos enfrentamos la próxima vez.


En la Cresta de la Torre de Salinas.

Estas son algunas de las tomas que grabamos durante el fin de semana.



Y como somos un poco peliculeros, aquí está el montaje a modo de "trailer" para anunciar nuestras futuras aventuras en los Picos de Europa.

miércoles, 26 de abril de 2006

2ª Ascensión al Pico Tesorero (2.570 m.).

El Pico Tesorero (2.570 m.) se encuentra en el corazón del Macizo Central de los Picos de Europa. En su cumbre coinciden los límites provinciales de Asturias, León y Cantabria. La vía clásica para su ascensión parte de El Cable, en Fuente Dé, a 1.834 m. de altitud, lo que supone salvar un desnivel de 736 m. Lo realmente atractivo de la ascensión de este pico es que ofrece las mejores vistas del Picu Urriellu (Naranjo de Bulnes), con la Sierra de Cuera y el Mar Cantábrico al fondo.

Miércoles, 26 de abril de 2006. Los trabajos para la reforma y acondicionamiento del futuro supermercado de Posada de Valdeón siguen su curso mientras planifico la constitución de la nueva empresa. Y en medio de toda esta vorágine organizativa, me he tomado un respiro y me voy de ruta con Julio y Laura, que dirigen el Albergue "Ardilla Real" de Santa Marina de Valdeón.

El plan consiste en realizar una ascensión al Pico Tesorero (la segunda en mi caso) con la posibilidad de intentar regresar por el Tiro Casares (2.374 m.) hasta el sedo de La Padierna y Liordes. Tenemos todo el día por delante y hace un sol radiante pero hay mucha nieve, de modo que vamos equipados con crampones y piolet.

Salimos temprano de Posada con dirección a Potes por el Puerto de San Glorio. Vamos con la furgoneta de Julio y Laura porque tienen intención de quedarse una noche en el camping de Potes. De Potes nos dirigimos a Fuente Dé y llegamos justo para coger el primer viaje del Teleférico. A eso de las 10:30 ya estábamos en El Cable (1.834 m.) dispuestos a emprender la marcha. En unas dos horas y media llegamos a los Horcados Rojos (2.344 m.) para tomarnos un respiro antes de acometer la ascensión al Tesorero.

Y allí como siempre comimos en compañia de las Chovas mientras disfrutábamos de las espléndidas vistas del Uriellu y Cuera. En ese momento, un Acentor Alpino se me acercó para intentar comer alguno de los restos de mi bocata, así que aproveché el momento para fotografiar al valiente pajarillo...

Nada más comer comenzamos con la ascensión. Preparamos los crampones pero pronto nos damos cuenta de que no son necesarios: El sol calienta mucho y la nieve está demasiado blanda.

Y en menos de una hora alcanzamos la cumbre del Pico Tesorero. 14 años han pasado desde la primera vez que estuve aquí, con Tato y Alberto, mis primeros compañeros de aventuras por los Picos de Europa; recuerdo perfectamente cada momento de aquella aventura que nos llevaba a atravesar el Macizo Central.

El día es claro y nítido y nos permite ver con claridad todos los puntos del horizonte y analizar la posible ascensión de Torrecerredo, que tenemos justo enfrente.


La cumbre está totalmente cubierta de nieve y tenemos que andar con cuidado; está bastante blanda y la rimaya sobre la que estamos podría romperse con nuestro peso.


Regresamos sin demora por la Cabaña Verónica (2.325 m.). Allí se encontraba su guarda quien nos desaconsejó acercarnos al Tiro Casares; hay mucha nieve pero con este calor se están rompiendo muchas rimayas por la zona y podríamos caer por algún hueco sin fondo. Así que regresamos rápidamente a El Cable para coger el último viaje del Teleférico. Y llegamos justo a tiempo, por muy poco lo perdemos. De haberlo perdido, hubiéramos tenido que bajar por el Sedo de La Jenduda, 800 metros de caída directa, y las fuerzas comenzaban a flaquear.

Ya en Fuente Dé, Julio y Laura cogieron su furgo para irse a Potes y proseguir sus planes. Yo regresé en solitario por la pista que sube a los Altos de Valdeón. Era tarde y estaba agotado, pero tenía que estar al día siguiente en Posada para supervisar los trabajos en el local del supermercado. La subida por la pista se me hizo eterna, pero llegando a la Vega de Valcavao, cuando comenzaba a anochecer un lobo se cruzó por mi camino; no tuve tiempo de coger los prismáticos, corrió por toda la vega hasta esconderse por los piornales.

Cuando llegué a los altos de Valdeón, comencé el descenso directo por el hayedo hasta Santa Marina. En una de las vegas, un grupo de ciervos pastaba tranquilamente sin importarles demasiado mi presencia. Era casi de noche, pero pude verles perfectamente. Y llegando a Santa Marina me crucé con Cepo, el Mastín de Carlos que cuida de sus caballos. Me pegó un buen susto y me advirtió de que esas no son horas para andar por ahí. A las diez de la noche llegué a Santa Marina, saludé a Josefa y Eusebio y cogí el Trepas para regresar a Posada. Llegué literalmente "machacado", pero con la satisfacción de haber disfrutado de una jornada memorable.


domingo, 15 de junio de 2003

Ascensión al Pico Anzo (2.074 m.).

He organizado esta ruta para el grupo de Tai chi de Roberto (cliente y amigo de "La Cesta Biológica"), quienes ya vinieron a Picos cuando trabajaba en el albergue de Santa Marina. Se han alojado allí durante el fin de semana y hoy domingo me he reunido con ellos en Santa Marina para llevarles a la Majada de Montó. Mi hermana Laura se ha apuntado para acompañarnos.

Se han quedado todos impresionados de la frondosidad y belleza de los bosques de Santa Marina, que en esta época del año se presentan realmente exultantes. A pesar de la subida, un tanto moderada, todos logran llegar a la Majada de Montó aunque divididos en varios grupos.


En lo alto de las vegas de Montó sacamos los bocatas y comimos todos juntos hasta que a mí se me ocurrió la idea de alcanzar alguna de las cumbres cercanas. La mayoría optaron por quedarse con Roberto para asistir a una de sus sesiones de Tai chi. Pero yo, Laura y alguno más (los más deportistas) nos lanzamos a la aventura de subir hasta alguna cumbre.



Algunos subieron tan rápido que les perdimos la pista, pero Laura y yo fijamos la vista concretamente en el Pico Anzo (2.074 m.) y no descansamos hasta que llegamos a la cumbre.

De alguna manera, esta ruta pone punto final a una etapa muy especial de mi vida, un invierno entero viviendo en los Picos de Europa, un invierno en el que ha habido mucha nieve y de la que me llevo muchos recuerdos...

lunes, 5 de mayo de 2003

Crónica del Invierno 2002-03 en Santa Marina de Valdeón.

He pasado siete meses en los Picos de Europa trabajando para la empresa Recursos Turísticos Valdeón, S. L. La mayor parte de mi trabajo ha consistido en atender los servicios del Albergue "La Ardilla Real": He atendido la cocina, el bar-restaurante, las habitaciones... A veces me acercaba al Camping "El Cares" para comprobar que todo estuviera en orden.

Ha sido una etapa muy especial, en la que por primera vez he podido conocer de cerca lo que significa vivir en el medio rural rodeado de montañas, en uno de los pueblos más bonitos de la provincia: Santa Marina de Valdeón.




Apenas éramos diez habitantes durante el largo invierno conviviendo en un pequeño pueblo de la Montaña Leonesa. Carlos, con sus caballos guardados en el establo durante los temporales de nieve, vive con su madre Mª Gloria, y se pasó el invierno aprendiendo a manejarse con el ordenador e internet gracias a las clases que le fui dando.




A cambio le echaba una mano de vez en cuando en sus cuadras, sobre todo cuando tenía que curar a algún caballo, cuando nacía un potro o cuando "Valdeón", su semental, tenía que cubrir a alguna yegua. En alguna ocasión también le acompañé con los caballos para llevar de ruta a los turistas.

Con Josefa y Eusebio, mis vecinos, pasé largas tardes sentado al calor de la lumbre y charlando de nuestras vidas mientras saboreábamos el delicioso café de puchero que Josefa preparaba con cariño. Con ellos aprendí muchas cosas de la vida rural: Eusebio era experto en la siega con guadaña; a pesar de su avanzada edad manejaba el hacha como nadie en el pueblo, él me enseñó a cortar la leña y a desmenuzar los grandes tocones con el hacha y las "pines". También me enseñó a untar la pala con manteca de cerdo para evitar que la nieve se pegue a la pala. A fijarme en la luna para no cortar la leña en luna llena, pues no ardería la madera (y es totalmente cierto, pude comprobarlo). También me enseño a tener cuidado con los "cimbriones" (grandes acúmulos de nieve que se forman en los bordes de los tejados por la acción del viento) y a quitarlos con grandes varas de madera... En fín, un montón de cosas.



Pepe vive solo al lado de la casa de María, su hermana, que a su vez vive con sus hijos Fonso y Manolo. Los cuatro viven del ganado, y se pasaron el invierno llevando vacas de cuadra en cuadra por todo el pueblo.


Ludivina vivía sola con su perro en una casa apartada del pueblo. No hablaba con nadie, ni siquiera cuando salía a comprar al frutero ambulante intercambiaba una sola palabra con sus vecinos. La pobre anciana salía de su casa vestida con un abrigo negro andrajoso, con un bombin sobre una peluca negra y con su cachaba con la que azotaba a su perro... era digno de ver. Su casa era la antigua cantina del pueblo. Cuentan sus vecinos que cuando vivía su marido, tenían que bajar a recogerlo de Posada porque no se tenía en pie de la borrachera que llevaba encima; pero al entrar en su casa se encontraban a Ludivina con una cogorza todavía más tremenda...



A Balbino y Orfelina también se les veía poco. Vivían a la salida del pueblo y apenas salían de casa. Por lo visto no hacen buenas migas con los vecinos, enfrentados desde hace años por el trazado de la futura carretera que atravesará el pueblo hacia Posada.


Francisco y María también viven de las vacas, y apenas se les vió pasear por las calles del pueblo, además María estaba un poco delicada de salud y cada poco marchavan a León. Y el resto de los vecinos del pueblo dejaron sus casas vacías durante el crudo invierno para pasarlo con sus familias en León: Daniel y Fermina, Amable, Generosa... tan solo venieron algún fin de semana de buen tiempo.



El Camping se encuentra aislado a un kilómetro del pueblo. Dado que tendría que acudir allí prácticamente a diario, lo primero que hice fue buscar una vereda que me condujera lo más rápido posible sin tener que hacer todo el recorrido por el camino asfaltado.



Allí se encontraba Sole con toda su prole. Sole era una gata que un día apareció con sus dueños, unos turistas quienes la avandonaron en el camping. Desde entonces se hizo dueña y señora de las instalaciones del camping, y por lo que cuentan lo defiende a capa y espada contra cualquier intruso que se atreva a adentrarse en su territorio. Incluso la han visto espantar a los jabalíes que intentan entrar desde el cercano bosque.



Vivía en una caseta junto a otros tres gatos, y cada vez que me veían aparecer por los setos se ponían como locos porque sabían que les llevaba la comida.



Una de mis primeras tareas en el Camping consistió en retirar la hoja caída durante el otoño, podar los setos y recolectar leña para llevarla al albergue. No era tarea fácil, pero disfruté de aquellos días de soledad trabajando tranquilamente en el camping y con la Sole pegada a mi sombra.



Pero el invierno estaba al caer y la nieve no tardó en llegar, más pronto de lo que yo esperaba, de hecho me sorprendió sin tener preparada toda la leña necesaria para pasar el invierno. El 2 de noviembre amaneció ya con una fina capa de nieve sobre el pueblo.





Pero apenas llegaron turistas por el pueblo. Tan solo alguna reserva esporádica y algún visitante que se dejó caer por allí durante los fines de semana. Al principio me costó organizarme yo solo para atender a la vez habitaciones, bar y cocina; llegué incluso a poder atender yo solo hasta 15 comensales sin problemas. Cuando las previsiones de visitas eran mayores, sobre todo en los puentes, Rogelio, me jefe, me traía una flota de ayudantes.



Un día a Carlos se le perdió un potro en lo alto del puerto. Lo buscamos durante varios días hasta que al fin apareció pastando en solitario en unos prados próximos a Portilla de La Reina. Estaba claro que algo lo había espantado para irse tan lejos, pero la sorpresa llegó cuando Carlos se acercó para comprobar que tenía todo el costillar abierto: Le había atacado un oso. Al potro no le pasó nada, salió del trance pero se pasó el resto del invierno encerrado en las cuadras mientras se curaba de las heridas.






En otra ocasión se dejó caer por allí un caminante solitario que me pidió alojamiento gratis una noche a cambio de una ayuda en mis tareas. Venía caminando desde Barcelona, sin dinero, acompañado de un perro que se le pegó tras su paso por las montañas de Cantabria. Su intención era llegar a Santiago de Compostela, era la quinta vez que realizaba el camino y se proponía volver a Barcelona en las mismas condiciones. Por supuesto que le alojé, a cambio únicamente de que me contara sus vivencias durante aquella larga aventura. Charlamos largo y tendido hasta bien avanzada la noche a la luz de la lumbre. Al día siguiente partió temprano acompañado de su perro, y mientras le veía desaparecer en el horizonte pensaba en cuándo podría yo lanzarme a una aventura como esa.

Aproximadamente un mes después, mientras miraba impactado las imágenes del naufragio del Prestige en las costas gallegas por la televisión, pude reconocer a aquel tipo trabajando en las labores de limpieza. Había sido uno de los primeros en apuntarse voluntario y le entrevistaron en varias televisiones, incluso el Rey se acercó para estrecharle la mano. Menuda aventura la de aquel hombre...




Mientras tanto, las nevadas se sucedían en el valle y en Santa Marina nos quedamos incomunicados varios días hasta que veíamos aparecen la máquina quitanieves.

Las heladas eran escalofriantes. Había que tener cuidado con los chupiteles que colgaban de las cuadras y del propio albergue...

El 29 de enero cayó la nevada más fuerte. Viendo las condiciones meteorológicas mi jefe me desaconsejó que fuera a Santa Marina, pero yo cogí el coche desde León y con las cadenas puestas y mucho cuidado conseguí llegar a Posada. Estaba especialmente preocupado por Sole y su prole, que llevaban ya varios días sin comer aislados por la nieve.






En Posada tuve que esperar varias horas hasta que Juan Ramón pudo abrirme la carretera hasta Santa Marina:


Tardé una hora el recorrer los tres kilómetros de subida a Santa Marina. En el pueblo llevaban ya tres días incomunicados. Mientras subía lentamente pensaba en cómo llegar al camping con tal cantidad de nieve recién caída.



Tan pronto como llegué al albergue abrí hueco para poder dejar el coche, me puse las polainas y con la nieve hasta la cintura intenté abrirme camino hacia el camping. Tan pronto como Eusebio tuvo conocimiento de mis pretensiones, agarró sus botas y me acompañó. Cuando conseguimos llegar no había rastro ni de Sole ni de sus congéneres.

Pero a los pocos días la Sole apareció maullando a la puerta del albergue. La dejé entrar y se pasó conmigo el resto del invierno. Tan pronto como llegó la primavera ella sola se marchó al camping y allí se quedó.



A partir de la Semana Santa el albergue comenzó a llenarse ya de contínuo todos los fines de semana. Esos días eran agotadores, todo el día trabajando sin descanso: A las siete de la mañana había que preparar los primeros desayunos, después de limpiar las habitaciones había que preparar los menús de la comida; las comidas se extendían hasta las seis de la tarde, luego con las cenas, hasta las doce o la una de la mañana... Y al día siguiente más. El único respiro llegaba cuando regresaba a León.





Mientras tanto en León la tienda comienza ya a contar con una clientela fija y resulta necesario plantearse un apoyo logístico y un nuevo enfoque hacia otros servicios (repartos a domicilio, búsqueda de nuevos productos, abrir vías de distribución a los nuevos agricultores ecológicos, diseñar un espacio web, etcétera).



Así que hace aproximadamente un mes tomé la decisión de dejar el trabajo. Rogelio, mi jefe, no se lo ha tomado mal. Pero sí que voy a echar de menos a mis vecinos y amigos Josefa y Eusebio, a Sole, a las noches blancas y silenciosas, al olor de la leña quemada, al sonido del ganado pastando en los montes, a los venados y su berrea, al arrendajo, a las chovas, a los zorros que usmean por las noches en los gallineros, a los lobos que no se dejan ver pero se les intuye, al oso que merodea por el bosque...



lunes, 25 de noviembre de 2002

Recursos Turísticos Valdeón, S. L.

A principios de año Marta y yo pusimos en marcha nuestro más ambicioso proyecto empresarial, "La Cesta Biológica", primera tienda de León especializada en Alimentación Biológica procedente de la Agricultura Ecológica Certificada. La tienda abrió sus puertas al público el 8 de abril, después de meses de estudio y trabajos de preparación.

Los gastos de constitución y puesta en marcha han sito tan costosos que para dar respiro al negocio durante sus primeros meses de funcionamiento he tenido que buscar alguna fuente de ingresos alternativa. Así que durante el verano me dediqué a enviar mi currículum a varias empresas en busca de trabajo. Una de ellas fue como en otras ocasiones Tragsa, con la esperanza de conseguir una contratación temporal para trabajar de guía o vigilante en el Parque Nacional de los Picos de Europa.

No hubo suerte, pero el 9 de septiembre recibí una citación de la Viceconsejería de Trabajo de la Junta de Castilla y León para una entrevista el 17 de septiembre. Por supuesto acudí a esa entrevista, en la que me entrevistó la propia viceconsejera en persona. Al parecer le llegó información de mi disponibilidad de la Oficina de Empleo, en la que detallaba mis preferencias para trabajar en el Medio Rural.

Una semana después de aquella entrevista recibí una llamada del gerente de la empresa Recursos Turísticos Valdeón, S. L. (RETUVAL, S.L.) para ofrecerme la posibilidad de trabajar en labores de mantenimiento y gestión del Camping "El Cares", en Santa Marina de Valdeón.


Nos citamos en Santa Marina a finales de mes para una entrevista de trabajo y conocer los detalles del puesto que se me ofrecía. Por supuesto acudí a esa entrevista, entuseasmado ante la posibilidad de trabajar por fin en los Picos de Europa, un sueño que llevaba persiguiendo desde hace años.

El trabajo consiste en llevar a cabo labores de mantenimiento de las instalaciones del Camping durante la temporada baja, y gestionar el Albergue "La Ardilla Real". Cuando hablo de gestionar, me refiero a atender todos los servicios del albergue: Alojamiento, bar y cocina.

Acepté el trabajo y las condiciones y acordamos que iniciaría los trabajos para la limpieza y el acondicionamiento del albergue el jueves 3 de octubre.


El trabajo me permite dos días a la semana para descansar, lunes y martes, que aprovecho para ir a León y llevar mercancía fresca a la tienda. Los miércoles por la mañana salgo para Santa Marina y allí me quedo hasta el domingo por la tarde. Durante esos días, planifico los menús para el fin de semana, atiendo el bar, mantengo el albergue limpio y visito a diario el camping para revisar las instalaciones, limpiarlo, podar los setos y recoger la hoja caída del otoño.

Excepto los fines de semana que vienen algunos excursionistas, paso la mayor parte del tiempo solo. De vez en cuando visito a alguno de los vecinos del pueblo, de los que he contado nueve, sobre todo a Josefa y Eusebio, que viven al lado del Albergue. Carlos es el más joven, más o menos de mi edad, y es propietario de la "Yeguada Cares"; de vez en cuando visita el bar y charlamos largos ratos. Por las noches duermo en una de las habitaciones del albergue y no tengo gastos de manutención, puedo comer lo que necesite de la despensa.

lunes, 23 de septiembre de 1991

Ruta ciclista a los Picos de Europa.

Esta aventura tiene un antecedente histórico que se remonta al 1 de julio de 1954. Tres muchachos de Astorga que rondaban los veinte años de edad se embarcaron el una aventura que no olvidarían durante el resto de sus vidas. Julio, Lorenzo y Tancio cogieron sus bicicletas, prepararon sus macutos y se fueron pedaleando desde Astorga a Asturias atravesando la Cordillera Cantábrica por el puerto del Pontón.





Julio era mi padre, y tan pronto como me compró mi primera bicicleta, me relató aquella aventura con todo detalle:


El primer día recorrieron 110 km. entre Astorga y Cistierna. Recuerdan que por aquella época circulaban tan pocos coches que era todo un acontecimiento ver a tres chicos con sus bicicletas pasando por cada uno de los pueblos. En Cistierna buscaron alojamiento barato y les recomendaron la casa de una señora del pueblo que disponía de camas para los forasteros. Al ver que aquella señora tenía dos hijas muy guapas decidideron quedarse a dormir aunque fuera directamente en el suelo del pasillo... Por la noche Julio y Lorenzo no desaprovecharon la oportunidad de salir al baile del pueblo acompañando a aquellas dos señoritas tan monas, mientras Tancio se quedaba sólo en la habitación escribiendo a su novia de Astorga.

Al día siguiente aquella hospedera tan generosa les llenó los termos de un riquísimo ponche y partieron hacia el Pontón. Pasaron por Crémenes, Riaño, Vegacerneja, el Puerto del Pontón, Oseja de Sajambre... estaban realmente impresionados al ver aquellas Montañas de las que no estaban acostumbrados. Comieron en el cruce con Soto de Sajambre y continuaron bajando hasta que llegaron a media tarde al pueblo de Caño. Hacía tanto calor que Julio no pudo evitar la tentación de lanzarse a las frías aguas del río Sella, hasta que un guarda del coto de pesca lo sacó de allí a gritos. Se trataba de un coto privado donde solía ir a Pescar el "Generalísimo Franco"; incluso les llevó a su casa para enseñarles las fotos que conservaba de Franco pescando en aquellas aguas.

Bajaron a dormir a una hospedería de Cangas de Onís y allí se quedaron durante todo el día siguiente haciendo turismo. A la mañana siguiente subieron a Covadonga y pasaron otro día entero recorriendo los atractivos turísticos de la zona. Tancio se olvidó sus gafas en la Basílica y tuvieron que regresar de nuevo a Covadonga desde Cangas, antes de partir hacia Gijón, su siguiente destino. Habían enviado una maleta desde Astorga a Gijón con ropa limpia y elegante para poder disfrutar de sus días de vacaciones en la costa.


En Gijón permanecieron seis días hasta que regresaron a León subiendo por el Puerto de Pajares. Pero al llegar a Puente de los Fierros estaban tan reventados que aprovecharon que pasaba un tren para subirse y evitar tener que pedalear el Pajares, todo un "rompepiernas". En Busdongo se bajaron del tren y continuaron pedaleando hasta llegar a Astorga.

Por primera vez en muchos años estoy disfrutando de un verano dedicado plenamente para mí, sin tener que preocuparme de los estudios y disfrutando de todo el tiempo del mundo para mi ocio y tiempo libre.



En junio aprobé la Selectividad con una nota aceptable de 5,78 (5,80 con la revisión posterior); el 2 de julio realicé la Preinscripción en la Universidad de León solicitando plaza para la Facultad de Veterinaria, pero el 23 de julio me notificaron que mi nota de la Selectividad era insuficiente para que me admitiesen en Veterinaria, de modo que me confirmaron plaza en la Facultad de Biología, que era mi segunda opción.


He pasado todo el mes de agosto en Llanes y, entre otras cosas he re-descubierto los Picos de Europa recorriendo aquellos parajes con mi bicicleta. A mediados de agosto tuve que regresar a León porque me habían declarado "Util para el Servicio Militar" (se me había olvidado solicitar el último aplazamiento...). Así que no tuve más remedio que hacerme "Objetor de Conciencia" y aproveché para visitar a mis amigos Alberto y Tato con el objeto de convencerles para que se vinieran conmigo a los Picos de Europa antes de que iniciemos los estudios universitarios.


Alberto y yo hemos salido juntos en numerosas ocasiones con las bicis por los alrededores de León, de modo que me vino a la cabeza aquella aventura de mi padre con sus amigos hace 37 años y les convencí a los dos para que hiciéramos algo parecido. Además, los tres tenemos la misma edad que ellos cuando lo hicieron. Sería una bonita forma de despedir este verano tan especial y de homenajear de alguna manera aquella aventura de mi padre.


Planificamos entonces irnos en bici a los Picos de Europa el 19 de septiembre, quedarnos unos días por allí, hacer alguna ruta turística y regresar de nuevo con las bicis el día 23. Unos días antes, le dimos a nuestro amigo Juan de Crémenes la tienda de campaña para que pudiéramos cogerla cuando pasemos por su pueblo, ahorrándonos así peso considerable durante al menos los primeros 75 kilómetros.


El miércoles 18 de septiembre por la tarde nos reunimos los tres para supervisar nuestros macutos y repasar la planificación de nuestro viaje; teníamos que organizar espacio suficiente para llevar la ropa necesaria, víveres en abundancia para todos los días y dejar espacio para repartirnos el material de acampada. Llevamos pan, chorizo, jamón, lomo, queso, galletas, leche condensada, huesitos, latas de conservas, isostar, agua... y poco, muy poco dinero.


Con unos 10 Kg. cargados a la espalda y una adrenalina que nos salía por las orejas partimos el jueves 19 temprano rumbo a Cistierna, donde teníamos planificado realizar una parada para descansar y comer. Alberto salió con tanta euforia que le metió caña a la bici durante los primeros 10 kilómetros hasta perdernos de vista, pero poco antes de llegar a Mansilla de las Mulas nos lo encontramos tirado en la cuneta con una pájara monumental. "Me duele la cabeza, estoy mareao", decía.
Pronto se recuperó y durante los siguientes 40 kilómetros fuimos los tres juntos pedaleando tranquilamente haciendo relevos para contrarrestar el efecto del viento. Llegamos a Cistierna poco antes de la una de la tarde. A la salida de Cistierna paramos un poco para mear, descansar y comer un poco.
Por la tarde seguimos pedaleando hasta llegar a Crémenes donde nos esperaba Juan con la tienda de campaña. No queríamos ni pensar el tener que aumentar el peso de las mochilas con esos hierros y esas lonas. En el bar de Juan nos repartimos el material y sin más demoras continuamos ruta hacia Riaño.


Tras subir la presa de Riaño a mí me subió el tono muscular y comencé a pedalear como un bestia dejando atrás a los dos rezagados. Pero poco antes de llegar a Carande me entró tal pájara que acabé tirado en la cuneta chupando leche condensada como un bebé hambriento... Lo peor fueron las risas de Tato y Alberto cuando pasaron por delante.


A media tarde llegamos los tres juntos a las calles medio desérticas del nuevo Riaño. Estábamos tan reventados que decidimos quedarnos por allí y desistir de nuestro empeño de llegar a los Picos en el mismo día. Habíamos recorrido ya 94 kilómetros. A la salida de Riaño había un cartel enorme con la planificación de la nueva urbanización de Riaño donde figuraba la ubicación de un camping. Fuimos hasta aquella ubicación pero allí no había nada más que maleza. Preguntamos en el pueblo y nos dijeron que el camping más cercano se encontraba en Boca de Huérgano, el siguiente pueblo a unos 8 kilómetros en dirección a San Glorio.


Llegamos a Boca de Huérgano a eso de las ocho de la tarde y allí se encontraba un camping cerrado a cal y canto y medio destartalado. Nos dijeron en el pueblo que podíamos saltar y montar allí la tienda, así que eso fue precisamente lo que hicimos.
Nos aseamos como pudimos y fuimos a un bar a tomar unas cervezas con algo de embutido del pueblo. No había casi nadie, pero unos paisanos nos dieron conversación y nos contaron historias del Oso Pardo y del Lobo. La charla estuvo muy interesante pero estábamos tan molidos que nos fuimos pronto a dormir.


A media noche comenzamos a oir ruidos muy extraños alrededor de nuestra tienda. Estábamos acojonados, era la primera noche que pasábamos juntos en el monte. Ni corto ni perezoso Tato sacó su navaja y decidimos los tres salir de la tienda a ver quién merodeaba por allí. Con las historias del Oso Pardo y del Lobo que nos habían contado los lugareños del pueblo estábamos ya prepaparados para enfrentarnos a una gran bestia salvaje, pero lo que realmente encontramos fue un caballo perplejo pastando tranquilamente al lado de nuestra tienda.


Con las primeras luces del alba nos despertamos temprano envueltos en un manto de niebla y humedad. Lo primero que hicimos fue desmontar el campamento y buscar un bar en el pueblo donde poder desayunar. Estaba todo cerrado, pero un hombre mayor advirtió que estábamos buscando algo y nos preguntó. Precisamente aquel hombre era el propietario del bar más antiguo del pueblo y nos abrió su establecimiento para que pudiéramos desayunar. Nos sirvió unos cafés acompañados de una cesta repleta de magdalenas y sobaos deliciosos.


Tan pronto como terminamos de desayunar nos montamos en las bicis y con gritos de dolor dimos los primeros pedaleos. Teníamos los culos destrozados por el sillín del día anterior. En cuanto se disipó la niebla se quedó una mañana con el sol radiante, la brisa fresca de la mañana, un paisaje espectacular... A los pocos kilómetros tuvimos que parar porque a Tato le entraron ganas de cagar. Luego, al llegar a Portilla de la Reina el turno para liberar el lastre fue de Alberto, quien cometió la torpeza de bajarse al puente sin un paquete de clines... aunque pudo apañárselas con un envoltorio de los Donuts que se acababa de zampar.
Durante todo el trayecto por las Tierras de La Reina apenas nos cruzamos con coches, y acometimos la subida del Puerto de Pandetrave casi sin darnos cuenta, aunque el viento a favor nos ayudó considerablemente. A eso de la una de la tarde llegamos a las últimas rampas del puerto, prácticamente sin bajarnos de las bicis. La imagen de los Picos de Europa asomando sobre el horizonte fue algo que no olvidaremos jamás, estábamos eufóricos, rápidamente nos soltamos de las bicis y comenzamos a disparar fotos. Imaginé entonces la sorpresa de mi padre cuando asomaron a estas montañas, es realmente impresionante.

Para celebrarlo sacamos el pan y abrimos una lata de pulpitos. Pero nos quedaba lo mejor, descender por el puerto hasta Santa Marina de Valdeón, donde se encuentra el Camping. El primero en lanzarse a "tumba abierta" por aquel descenso fue Tato, del que perdimos a pista a los pocos metros. Alberto y yo bajamos más prudentemente disfrutando del paisaje, y yo no pude evitar la tentación de detenerme a tirar algunas fotos de vez en cuando. Me encantó ver aquel pueblecito tan bonito rodeado de pastos y metido en aquel valle en medio de los Picos.
Cuando llegué a Santa Marina me encontré a Tato y Alberto haciéndome señales con las manos y la marca de una rodada de bicicleta plasmada en el asfalto. Y es que la carretera de pronto desaparece, hay que coger un camino rural que conduce al interior del pueblecito. Tato casi se estampa contra la cuneta y lo mismo le ocurrió a Alberto. Yo como estaba avisado tomé las precauciones oportunas y frené justo a tiempo.

Lo primero que hicimos al adentrarnos en el pueblo fue buscar un bar, y encontramos una vieja cantina llamada "Bulnes" que además de servir bebidas surtía al pueblo de todo tipo de cosas, a modo de tienda rural. Le preguntamos al paisano dónde se encontraba el Camping y nos dio las indicaciones necesarias. No había casi nadie por el pueblo, tan solo algunas gallinas, gatos y alguna vaca. Pero al llegar al camping nos encontramos con bastantes turistas.


Alquilamos una plaza para nuestra tienda de campaña y aparcamos las bicicletas. Sacamos la comida y comimos tranquilamente sentados en la hierba mientras contemplábamos aquel paisaje sobrecojedor. Por la tarde nos dedicamos a descansar, relajarnos, salir a pasear, jugar al billar, consultar nuestra economía y planificar la ruta que íbamos a hacer al día siguiente.
Echamos un vistazo al mapa que tenían colgado en el camping y nos recomendaron subir a la Vega de Liordes, a más de 2.000 metros de altitud, para contemplar desde allí las vistas del Macizo Central y el Collado Jermoso. Nos hablaron de un refugio que había por allí arriba.
A la mañana siguiente partimos hacia el Caben de Remoña subiendo por un sendero que partía desde el mismo pueblo. Fue una subida agotadora, pero subimos como tiros y cuando llegamos al Caben nos impresionó la vista del otro valle y los murallones de los Picos de Europa tan de cerca.
Subimos por la senda de la Canal de Pedabejo hasta llegar a lo alto del Collado Remoña donde nos encontramos con la vista del Macizo...

Nos sentamos en la roca para comer delante de la inmensa Vega de Liordes. Después comenzamos a descender tranquilamente hasta que nos sorprendió una tormenta bajando ya del Caben de Remoña y poco antes de llegar a Santa Marina los rayos eran tan estruendosos que bajamos corriendo dando brincos por encima de las zarzas. Llegamos al camping y desde la cafetería pudimos disfrutar de los espectaculares rayos que caían alrededor, uno de ellos cayó en el mismo camping, fue impresionante, lo más cerca que hemos estado nunca de una tormenta.

Al día siguiente nos quedamos por la zona haciendo algo de turismo, bajamos a Posada de Valdeón y pasamos buena parte de la tarde-noche en la plaza de Santa Marina de Valdeón; habían organizado una fiesta en el pueblo amenizada por un hombre que tocaba el acordeón y era gracioso ver a las gentes del pueblo disfrutando de aquel improvisado festejo.
El día 23 por la mañana partimos con nuestras bicicletas hacia Posada temerosos de la subida que nos esperaba con el Puerto de Panderrueda. Era una mañana de sol radiante pero un manto de nubes subió por la Garganta del Cares y pronto llenó todo el valle.

Sin embargo fuimos a buen ritmo todo el tiempo y a pesar del lamentable estado de la carretera de Riaño pudimos disfrutar del paisaje a lo largo de todo el trayecto.


A primeras horas de la tarde llegamos a Cistierna tan agotados que decidimos acercarnos a la Estación del tren de la FEVE con la esperanza de coger algún tren que nos llevara directamente a León.

Y así fue, tuvimos la suerte de tener que esperar tan solo una hora para que parase un tren procedente de Bilbao que nos llevaría directamente a León.