martes, 13 de abril de 1993

Los Sedos de Oliseda.

Caín ha sido hasta hace relativamente poco la aldea más remota de los Picos de Europa. Sin apenas espacio horizontal los cainejos han tenido que adaptarse a vivir en condiciones verdaderamente extremas; para mantener a su pobre cabaña ganadera tuvieron que aprovechar al máximo los escasos recursos que les ofrecía la verticalidad que les rodeaba. Ello les ha dotado de una habilidad y condiciones físicas propias de los auténticos escaladores.

Con la emigración, el turismo y otras formas de vida más convencionales muchas de las majadas han caído en deshuso y con ellas las sendas y los sedos que las unían con el valle. Son muy pocos los que todavía ascienden por las canales más abruptas que caen desde el Jultayu y las cumbres vecinas, lo que hace que sus sedos se encuentren ahora en condiciones muy desfavorables para ser recorridos con un mínimo de seguridad.

Antonio Gao, "Toñín", es uno de ellos; tiene que superar casi a diario tremendos desniveles y arriesgarse por los sedos y traviesas más peligrosos para localizar sus cabras que muchas veces se enriscan entre los vericuetos de las peñas más inaccesibles.

Mi hermana Laura, que trabaja en el Parque desde el año pasado, ha hecho muy buenas migas con las gentes de Caín y ha tenido la oportunidad de acompañar a Toñín por alguno de los vertiginosos parajes colgados a cientos de metros sobre El Cares. Un día subió por la Canal de La Jerrera hasta los Sedos de Oliseda y se quedó tan impresionada que aprovechando las vacaciones de Semana Santa nos llamó a Carlos, a Ricardo y a mí para que fuéramos a conocer aquel lugar tan espectacular.

Para coger la Canal de La Jerrera hay que subir a Caín de Arriba y pasar por un puentecillo que cruza la riega. La senda está bien marcada y gana altura rápidamente en zig-zag por las escarpadas laderas del Requejo. Media hora después se abre una amplia llanada por la que bajan pequeñas canales; el camino es imperceptible por los largos matorrales, pero sabemos que la nuestra es la que recoge encajonadas las aguas de la riega.


Seguimos subiendo por una ladera muy pronunciada hasta que llegamos a un espolón semi-rocoso tan vertical que parece acabar cualquier posibilidad de continuar. Sin embargo, acercándose al espolón logramos intuir las marcas a modo de escalones que parecen marcar el inicio de los Sedos de Oliseda (990 m.). Las vistas son ya espectaculares y la sensación de vértigo es constante. Un mal paso por aquí y la caída podría ser inevitable, no habría forma alguna de parar. Hay que trepar en zig-zag por un terreno muy vertical mitad roca mitad hierba que no permite el más mínimo tropiezo.


Tras unos 50 metros de trepada semi-vertical llegamos a la parte superior del espolón más tumbada sobre la que nos sentamos para tomar nuestro almuerzo mientras contemplamos las canales de Dobresengros y Moeño del Macizo Central. Hasta aquí hemos llegado, aunque la senda continúa su ascensión hacia la base de la Torre de La Celada para abrirse paso por la Horcada Arenizas (1.809 m.) y continuar hasta los Lagos de Covadonga.

Si la ascensión por los sedos da miedo por la sensación de vacío tan grande, el descenso es todavía peor, no sabes si bajar de espaldas a la roca o bajar marcha atrás sin saber muy bien dónde poner el pie. Una vez superado el trance nos deslizamos por la ladera vertical agarrándonos a las hierbas con las manos; estaban tan resbaladizas que podíamos bajar como si estuviéramos esquiando sobre hierba. Fue muy divertido, hasta que Ricardo se embaló tanto que casi se estampa contra unas rocas. Le dijimos que frenara pero no pudo; cuando logró parar nos enseñó las manos llenas de matojos arrancados.