lunes, 26 de agosto de 1991

Mis Primeros Pasos por la Montaña.

Cuando tenía 10 años de edad mis padres me apuntaron a una Escuela de Esquí en la Estación Invernal de San Isidro, que fue donde aprendí a esquiar. Ese fue mi primer contacto directo con el mundo de la Montaña, solíamos ir todos los fines de semana durante el invierno de 1981 y recuerdo perfectamente cómo me quedaba mirando el Pico Susarón cuando pasábamos por el embalse del Porma, justo antes de llegar a Puebla de Lillo. También recuerdo cómo observaba impresionado las inmensas paredes del Pico Torres, o las afiladas crestas del Pico Agujas.

Mi padre también solía llevarnos con frecuencia a las Hoces de Vegacervera, y en la Venta de Getino, donde solíamos parar a comer, pasábamos la tarde antes de regresar a León. Recuerdo que me quedaba mirando la peña que estaba justo en frente de la Venta y un día le dije a mi padre que me dejara subir hasta arriba. Quería ver cómo se veían las cosas desde allí arriba, saber cómo me sentiría al llegar al punto más alto con mi propio esfuerzo. Aquella fue mi primera trepada, la primera vez que sentí cómo fluía la energía de la montaña a través de mi cuerpo.

La primera vez que visité los Picos de Europa fue en una excursión del Colegio P.P. Agustinos organizada por el naturalista profesor Padre Santiago Insunza, quien nos llevó de ruta a conocer el Valle de Valdeón y los Picos de Europa. Fue durante el otoño de 1985, un día lluvioso en el que el autobus nos dejó en Posada y fuimos caminando hacia el Monte Corona, haciendo parada en el Mirador del Tombo. Recuerdo que allí realicé mi primera fotografía con una pequeña cámara "Werlisa" que mi padre me había regalado cuando estuvimos en Ceuta; por suerte aun conservo esa fotografía.

El Padre Insunza nos metió de lleno en el corazón del Monte Corona, llegando a La Farfada y a las inmediaciones de la Canal de Capozo. Tengo pocos recuerdos de aquella excursión, pero no me olvido de lo mucho que me impresionaron las paredes de la Torre de Comea (Cueto Agudos), y las verticalidades que se observaban en el Macizo de enfrente. También recuerdo que encontramos una salamandra común, aun frecuente por aquella época.

Pero esa no fue la única vez que el Padre Insunza nos llevó al campo. Recuerdo otra excursión en la que nos llevó al Puerto de Aralla desde donde ascendimos al Cerro Pedroso (1.914 m.), para luego descender por el arroyo de Polanco hacia Geras de Gordón. Podría decir que aquella fue mi primera ascensión, de la que conservo los recuerdos de las vistas del Embalse de Luna, los parapetos que resisten el paso del tiempo desde la Guerra Civil, la Pica del Cellerón que Insunza llamaba "El Supositorio", el Desfiladero del Palanco y la Hoz de Geras, de la que conservo una fotografía. Debió ser por la primavera de 1986.


A partir de 1987 mi padre comenzó a llevarnos de excursión a conocer un montón de lugares tanto de Asturias como de León. Recuerdo que nos llevó a Riaño antes de que lo inundaran, al Valle de Valdeón, a San Emiliano, a Pajares, a Somiedo... Todavía conservo alguna foto de aquella excursión a los Lagos de Somiedo del verano de 1988.

Durante 1990 me dio fuerte por la bicicleta y comencé a recorrer largas distancias en bici desde León hasta Matallana, Vegacervera, Valporquero, Cármenes, La Vecilla,... casi siempre hacia la Montaña. En julio de 1991, cuando pasábamos el verano en Llanes (Asturias), me llevé la bicicleta para recorrer los pueblos del oriente asturiano. Un día, cuando pasaba cerca de Poo de Cabrales, observé y reconocí en la lejanía al Naranjo de Bulnes. Era una imagen impresionante y no dudé en hacer una instantánea con mi cámara.


Aquella visión motivó que comenzará a interesarme en conocer la geografía de los Picos de Europa y decidí acercarme con la bici al macizo lo más cerca posible. Llegué a Poncebos, allí dejé aparcada la bici y subí caminando a Camarmeña (en aquella época no había carretera). Por fin pude observar el Naranjo de Bulnes más de cerca, pero no lo suficiente, desde la aldea de Bulnes debía verse mejor todavía, así que ascendí a pie por la Canal del Tejo hasta que llegué a Bulnes.


Estaba realmente impresionado paseando por la villa de Bulnes, una aldea totalmente remota en medio de aquellos impresionantes macizos, con sus calles sin asfaltar, sus gallinas, los patos, y aquel burro que porteaba todos los víveres desde Poncebos.


Al regresar a casa les conté a todos mi descubrimiento y rápidamente fuimos todos en coche a recorrer los Picos. El 26 de agosto llegamos a Fuente De y subimos en el teleférico. Reconocí entonces la Peña Vieja, la Peña Remoña, los Horcados Rojos, Áliva... Estaba ansioso por llegar a León y contarle a mis amigos Tato y Alberto mis viajes por aquellas tierras asturianas y proponerles una gran excursión en bici desde León hasta los Picos de Europa.