viernes, 27 de mayo de 2011

El Cañón del Río Lobos.

Entre el Sistema Ibérico y la Alta Meseta del Duero discurre un pequeño río que a lo largo de unos 25 kilómetros ha excavado un profundo tajo sobre las calizas mesozoicas fruto de la erosión del propio cauce fluvial y de la disolución de la caliza, dejando a la vista grandes paredones de varias decenas de metros de elevación que sirven de refugio a una importante colonia de Buitres Leonados. Se trata del Cañón del Río Lobos, un inmenso karst con un sistema de aguas subterráneas, acuíferos, cuevas, simas y sumideros muy completo.

Aunque el río nace en la provincia de Burgos, el cañón discurre principalmente por la provincia de Soria, entre Hontoria del Pinar y Ucero. Actualmente el paraje posee dos figuras de protección: Es Parque Natural de Castilla y León desde 1985 y Zona de Especial Protección para las Aves desde 1987. Además de una asombrosa riqueza florística y faunística, el Cañón esconde un rincón mágico habitado desde la edad de bronce donde se ubica la ermita templaria de San Bartolomé, una construcción románica del siglo XIII.

Ayer por la tarde todo parecía indicar que se había acabado mi aventura por el Sistema Ibérico, no paró de llover en toda la tarde. A punto estuve de emprender camino de regreso a Madrid, pero algo me decía que esperara, que fuera paciente y que tuviera esperanza en que parase de llover. Y así fue, me acerqué con la furgona a la entrada del Cañón en Ucero y allí pasé la noche escuchando cómo caían chaparrones cada dos por tres.

Sin embargo de madrugada dejó de llover y aunque el día amaneció completamente nublado lo cierto es que no parecía que fuera a llover. Pero recorrer el Cañón del Río Lobos en bici después de tanta agua caída podría ser una práctica imposible, o que se pusiera a llover cuando estuviera metido en lo más profundo del cañón. Mientras desayunaba no hacía más que dudar y debatir, ¿qué hago? ¿Me arriesgo o no?

Estoy en la Poza de Valdecea, en el último aparcamiento de la entrada al cañón por Ucero. Lo primero que me ha llamado la atención es la presencia de aguas entancadas a lo largo del curso fluvial del río. Como se puede apreciar la poza está plagada de Nenúfares (Nuphar lutea) que sirven de posadero para una nutrida población de ranas comunes. Como estamos en primavera los nenúfares están el flor, al igual que la Espadaña fina (Iris pseudacorus), que presenta una hermosa flor amarilla.

He tenido tiempo de examinar la poza en profundidad, y además de las que he citado he podido reconocer Aneas (Typha latifolia) con sus largas espigas cilíndricas; Lentejas de Agua (Lemna minor), pequeñas plantitas flotantes; Juncos de Esteras (Juncus effusus)... Y observando con detenimiento en el agua pueden verse además de renacuajos, Nepas (Nepa rubra), pequeños insectos acuáticos más conocidos como Escorpiones de agua; y los típicos Zapateros (Gerris lacustris), los insectos que caminan sobre el agua. Los renacuajos probablemente pertenezcan a Sapillos pintojos (Discoglossus pictus).

A las 9:00 de la mañana ya estaba preparado y no lo dudé más: Agarré la bicicleta y me puse a pedalear hacia el corazón del cañón. Si llego al Puente de los Siete Ojos me daré por satisfecho, serán unos 10 km. de recorrido por el interior del cañón siguiendo el curso del río Lobos en sentido contrario. Desde el Puente de los Siete Ojos hasta Hontoria del Pinar el cañón se hace más intransitable en bici, además, el cauce está seco, por lo que el cañón ofrece menos atractivos y más incomodidades. Además el tiempo hoy no da para más, se va a poner a llover de un momento a otro.

Al primer lugar al que se llega es a la Ermita de San Bartolomé, una ermita de gran belleza construida por los templarios siguiendo claves esotéricas. Está ubicada en uno de los meandros del Río Lobos protegida por enormes cantiles. Se dice que este lugar es el "Omphalos", o "Centro del Mundo": Es el punto equidistante entre los dos extremos más septentrionales de la geofrafía peninsular.

Llama la atención comprobar que alrededor de la ermita persisten todavía varios olmos muertos afectados por la grafiosis.

Justo detrás de la ermita hay que cruzar un puentecillo de madera que cruza el río y permite acceder a la Cueva Grande, una enorme gruta donde persisten grabados y pinturas rupestres.

Ciertamente es un lugar mágico y confortable, no me extraña que esta cueva estuviera habitada durante el Neolítico, y seguro que fue utilizada por los templarios para realizar aquí algunos de sus rituales iniciáticos.


Después de esta parada obligada hay que continuar porque todavía queda mucho recorrido por delante. Mientras voy pedaleando he podido reconocer al Alcaudón Dorsirrojo, que después de un vuelo directo planea sobre los juncos de los estanques para saltar seguramente sobre alguna presa. Los Buitres Leonados están arriba, en los farallones rocosos, hay un montón de ellos, y también estoy reconociendo los gritos de las Chovas Piquirrojas.

Uno de los recursos tradicionalmente aprovechados en el Cañón del Río Lobos era la recogida de la miel. Existe un lugar conocido como "El Colmenar de los Frailes" donde la comunidad templaria albergaba colmenas fabricadas con troncos huecos de árboles que alineaban sobre los resaltes rocosos del cañón.

Y meandro tras meandro sigo el recorrido por la senda del Cañón del Río Lobos a lo largo de varios kilómetros. Cada dos por tres hay que bajarse de la bici para cruzar el río o para pasar por algún sedo, pero en general el recorrido es muy agradable y se pasa por lugares muy bonitos.

Por suerte el tiempo me está respetando y de momento no se ha puesto a llover, pero cada vez que miro hacia arriba da la sensación de que van a comenzar a caer gotas de un momento a otro.

Hay tramos en los que el río desaparece y vuelve a reaparecer misteriosamente más adelante, pero en la mayor parte del lecho las aguas permanecen estancadas.

Tras varios kilómetros más el cañón comienza a ensancharse poco a poco y se llega a una zona en la que hay que atravesar un espeso bosque de pinos y sabinas. Tras pasar el bosque se llega al Puente de los Siete Ojos, una construcción del siglo XVIII que salva las aguas del río lobos en períodos de estiaje.

En total he tardado una hora y media en recorrer los nueve kilómetros del cañón desde la Poza de Valdecea hasta el Puente de los Siete Ojos. Para el regreso he optado por ir por carretera, subiendo el Portillo hasta Santa Mª de las Hoyas para luego girar en dirección a Nafría de Ucero y Ucero. En total 13 kilómetros por carretera pasados por agua, porque desde Santa Mª de las Hoyas hasta Ucero me estuvo lloviendo prácticamente sin parar. Tuve tentaciones de subir a ver el Castillo de Ucero, pero al final me conformé con tirarle una buena fotografía.

Y aquí pongo punto final a mi aventura por el Sistema Ibérico: Cuatro días de turismo activo en los que he visitado lugares tan dispares como el Moncayo, el Desierto de las Bardenas Reales, el Urbión y el Cañón del Río Lobos, todo ello en los cuatro días de libertad que me he regalado este año.

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