sábado, 2 de noviembre de 1991

Aproximación al Pico Jario (1.913 m.) desde Vegabaño.

El Valle de Sajambre es un auténtico jardín botánico representativo del Bosque Atlántico y situado en el entorno de la vertiente leonesa de los Picos de Europa. Oseja de Sajambre es la capital del municipio, pero de sus cinco pueblos Soto de Sajambre es el más especial, caracterizado sobre todo por su perfecta sintonía con el entorno forestal.

Escondido entre la abrumadora naturaleza que lo rodea, Soto de Sajambre es considerado como uno de los pueblos más bonitos de España. Desde aquí parten numerosas rutas de entre las que destaca la Senda del Arcediano y la subida a la Majada de Vegabaño, donde se encuentra el refugio del mismo nombre que sirve de base para las ascensiones a las principales cumbres del Macizo Occidental de los Picos de Europa.

Una de las rutas que parten desde el mismo refugio de Vegabaño es la ascensión al Pico Jario (1.913 m.), que ofrece una panorámica excepcional de los Picos de Europa.

Desde que subimos a Collado Jermoso nos han entrado ganas de regresar a los Picos de Europa para seguir descubriendo sus maravillas. Hemos oído hablar mucho de Vegabaño, sobre todo por la frondosidad de sus bosques, que precisamente ahora en pleno otoño presenta colores de los más variados.

Tenemos intención de subir a la Majada de Vegabaño con el Suzuki de Carlos, y desde allí aproximarnos al refugio desde donde parte la ascensión al Pico Jario.



El único problema es que el tiempo no acompaña, si bien es propio de esta época, pero nos hubiera gustado que no lloviera tanto. Hemos subido con el Suzuki por la pista forestal que parte de Oseja de Sajambre; al principio la pista estaba en buen estado, pero a medida que íbamos subiendo los surcos eran tan grandes y profundos que patinamos en cada una de las cuervas de la pista.


Llueve a cántaros, pero con los chubasqueros bien ajustados emprendimos camino hacia el refugio de Vegabaño, que está muy cerca de donde hemos dejado el Suzuki, a unos 15 minutos caminando. Visitamos el refugio y sus instalaciones y rápidamente nos pusimos en marcha para subir al Jario.


La ruta está muy poco marcada, no logramos divisar ningún hito y de vez en cuando la niebla nos quita toda la visibilidad. Pero de cuando en cuando la lluvia nos da un respiro y podemos ver algo del paisaje que nos rodea. Sobre todo nos llama la atención la diversidad de colores del bosque, amarillo, naranja, rojizos, ocres... Lástima que los Picos estén cubiertos por las nubes.

A medida que vamos cogiendo altura llegamos a divisar el Macizo Central asomando detrás de Dobres; logramos distinguir entre las densas nubes el Collado Jermoso, el Llambrión nevado y el grupo de la Torre de Friero.


Al final no hemos llegado a la cumbre, nos hemos quedado a unos cien metros por debajo, pero la realidad es que estamos empapados, tenemos frío y estamos muy cansados. Hemos decidido darmos la vuelta y descender con la intención de darnos una vuelta por Vegabaño.



domingo, 6 de octubre de 1991

Collado Jermoso (por el Argayo Congosto).

El Refugio Diego Mella fue construido en 1942 en un lugar privilegiado de los Picos de Europa para servir como base a las ascensiones del Llambrión, La Palanca y la Torre del Peñalba. Su construcción fue ideada por Diego Mella, pero fue el arquitecto Julián Delgado Úbeda, presidente de la Federación Española de Montañismo, quien la llevó a buen término. Es el refugio más antiguo de los Picos de Europa y está situado en el Collado Jermoso a 2.064 m. de altitud, en la base del Grupo del Llambrión.

Cuando subí al Collado Remoña con Alberto y Tato el mes pasado nos encontramos con un guarda que nos dejó ver con sus prismáticos la ubicación exacta del Refugio de Collado Jermoso. Pensé entonces que mi próxima ruta por los Picos de Europa serviría para llegar hasta el mismo refugio.

Recientemente me he comprado una Guía de los Picos de Europa y un mapa de rutas por el Macizo Central. En la guía figura la ruta de ascensión al Collado Jermoso por la Canal de Asotín como una de las rutas más duras de los Picos, con un desnivel de más de 1.200 m. pero a su vez la destaca como una de las rutas de mayor belleza de los Picos. Me muero de ganas de subir y no estoy dispuesto a esperar hasta el próximo verano, así que pongo toda la maquinaria en marcha para subir al Collado Jermoso el fin de semana del 5 y 6 de octubre, justo antes de que cierren el refugio para el invierno.

Mi hermana Laura se apuntó de primeras a la aventura y no nos costó mucho convencer a nuestro amigo Carlos De Vega para que se viniera con nosotros. Nos organizamos los tres para salir el sábado temprano con el Suzuki de Carlos.

Fuimos directamente a Cordiñanes. Aparcamos el Suzuki al lado del abrevadero que hay a la entrada del pueblo; llenamos las cantimploras y nos preparamos las mochilas para comenzar con la ascensión. Le preguntamos a una vecina del pueblo por dónde se coge la senda que sube hacia la Rienda de Asotín y la buena señora nos acompañó durante un buen trecho para indicarnos el camino correcto. Evarista era su nombre, y nos habló de sus años jóvenes en los que subía el ganado por la Canal de Asotín.

La Rienda de Asotín es el primero de los pasos delicados de la ruta, un sedo excavado a pico en la misma pared de la montaña, con una caída de más de cien metros. Tras pasar por el sedo, la ruta se abre paso hacia la Canal de Asotín a través del Hayedo de Asotín, un espeso hayedo situado a 1.400 m. de altitud.


De momento la ruta está bien marcada y son numerosos los hitos que nos indican el buen camino. El hayedo es precioso, enclavado ahí entre dos grandes montañas y ofreciendo unas vistas magníficas del Macizo Occidental. En una de las paradas improvisadas para descansar intento hacerme un palo con una vara de haya.

Tras pasar por el hayedo la ruta se abre paso en la Vega de Asotín, la base para las ascensiones a la Torre de Friero por su gran Corredor Norte. De frente sube la senda por la Canal de Asotín directamente a la Vega de Liordes, pero nosotros debemos dirigirnos hacia la izquierda para pasar por la Canal Honda. Nos habían hablado de la posibilidad de evitar la Canal Honda durante la subida por lo incómodo de subir pisando piedras tan inestables, así que optamos por subir por la alternativa recomendada que parece bien marcada por los hitos.

Aquí es donde la pendiente comienza a notarse de verdad y el cuerpo empieza a acusar el esfuerzo de la subida. Pero el paisaje es verdaderamente impresionante. Estamos justo debajo de la Torre Jermosa, a punto de entrar en el llamado Argayo Congosto, donde vierten las aguas que proceden del nevero del Llambrión.

Por el Argayo Congosto hay que agarrarse con las manos con bastante frecuencia para asegurar bien los pasos, pero en ningun momento se expone demasiado al vacío. El paisaje es sobrecogedor; nos parece espectacular el enorme corredor norte del Friero. En los últimos pasos el terreno es todavía más pendiente e inestable y la niebla no nos deja divisar el horizonte, pero el refugio ya está muy cerca, lo sabemos porque se escucha el agua que cae de la fuente del Llambrión.



Llegamos al refugio más o menos a las siete de la tarde. Lo primero que hizimos fue visitar las instalaciones del refugio y consultar con el guarda las normas y condiciones de nuestra pernocta. Acto seguido nos acercamos hasta la fuente para asearnos y cambiarnos de ropa, y nos dimos una vuelta por los alrededores para contemplar el paisaje, aunque la niebla era tan abundante que no nos permitió disfrutar del mar de nubes tan característico de esta zona.

Cenamos en el comedor del refugio en compañía de los otros excursionistas y nos fuimos pronto a dormir. Fuera se nota mucho viento y frío, mucho frío, de hecho el guarda ha pronosticado que por la mañana amanecerá con una fina capa de nieve cubriendo las cumbres más altas.

De madrugada nos despertó un rebeco que encontró la puerta arrimada del refugio, entró y se dio una vuelta por el comedor. Pero hace tanto frío fuera que no nos apetece nada salir del calor de nuestros sacos. Finalmente a las nueve de la mañana nos levantamos para vestirnos y desayunar; mis pantalones, que pasaron la noche fuera tendidos, estaban tan tiesos que apenas se podían doblar...

El cielo está cubierto de nubes y amenaza con ponerse a llover o a nevar de un momento a otro. Así que tan pronto como terminamos de desayunar, pagamos al guarda, preparamos las mochilas e iniciamos el descenso por el Argayo Congosto.

Al principio bajamos un poco acojonados por la pendiente y el terreno mojado, prácticamente helado, pero pronto llegamos al pedrero de la Canal Honda y a la Vega de Asotín.

Probablemente esta sea la última ruta que haga por los Picos de Europa este año, pero ya estoy pensando en la próxima temporada para llevar a cabo un montón de rutas. Y entre mis proyectos no descarto la posibilidad de apuntarme para trabajar en el Parque Nacional.

lunes, 23 de septiembre de 1991

Ruta ciclista a los Picos de Europa.

Esta aventura tiene un antecedente histórico que se remonta al 1 de julio de 1954. Tres muchachos de Astorga que rondaban los veinte años de edad se embarcaron el una aventura que no olvidarían durante el resto de sus vidas. Julio, Lorenzo y Tancio cogieron sus bicicletas, prepararon sus macutos y se fueron pedaleando desde Astorga a Asturias atravesando la Cordillera Cantábrica por el puerto del Pontón.





Julio era mi padre, y tan pronto como me compró mi primera bicicleta, me relató aquella aventura con todo detalle:


El primer día recorrieron 110 km. entre Astorga y Cistierna. Recuerdan que por aquella época circulaban tan pocos coches que era todo un acontecimiento ver a tres chicos con sus bicicletas pasando por cada uno de los pueblos. En Cistierna buscaron alojamiento barato y les recomendaron la casa de una señora del pueblo que disponía de camas para los forasteros. Al ver que aquella señora tenía dos hijas muy guapas decidideron quedarse a dormir aunque fuera directamente en el suelo del pasillo... Por la noche Julio y Lorenzo no desaprovecharon la oportunidad de salir al baile del pueblo acompañando a aquellas dos señoritas tan monas, mientras Tancio se quedaba sólo en la habitación escribiendo a su novia de Astorga.

Al día siguiente aquella hospedera tan generosa les llenó los termos de un riquísimo ponche y partieron hacia el Pontón. Pasaron por Crémenes, Riaño, Vegacerneja, el Puerto del Pontón, Oseja de Sajambre... estaban realmente impresionados al ver aquellas Montañas de las que no estaban acostumbrados. Comieron en el cruce con Soto de Sajambre y continuaron bajando hasta que llegaron a media tarde al pueblo de Caño. Hacía tanto calor que Julio no pudo evitar la tentación de lanzarse a las frías aguas del río Sella, hasta que un guarda del coto de pesca lo sacó de allí a gritos. Se trataba de un coto privado donde solía ir a Pescar el "Generalísimo Franco"; incluso les llevó a su casa para enseñarles las fotos que conservaba de Franco pescando en aquellas aguas.

Bajaron a dormir a una hospedería de Cangas de Onís y allí se quedaron durante todo el día siguiente haciendo turismo. A la mañana siguiente subieron a Covadonga y pasaron otro día entero recorriendo los atractivos turísticos de la zona. Tancio se olvidó sus gafas en la Basílica y tuvieron que regresar de nuevo a Covadonga desde Cangas, antes de partir hacia Gijón, su siguiente destino. Habían enviado una maleta desde Astorga a Gijón con ropa limpia y elegante para poder disfrutar de sus días de vacaciones en la costa.


En Gijón permanecieron seis días hasta que regresaron a León subiendo por el Puerto de Pajares. Pero al llegar a Puente de los Fierros estaban tan reventados que aprovecharon que pasaba un tren para subirse y evitar tener que pedalear el Pajares, todo un "rompepiernas". En Busdongo se bajaron del tren y continuaron pedaleando hasta llegar a Astorga.

Por primera vez en muchos años estoy disfrutando de un verano dedicado plenamente para mí, sin tener que preocuparme de los estudios y disfrutando de todo el tiempo del mundo para mi ocio y tiempo libre.



En junio aprobé la Selectividad con una nota aceptable de 5,78 (5,80 con la revisión posterior); el 2 de julio realicé la Preinscripción en la Universidad de León solicitando plaza para la Facultad de Veterinaria, pero el 23 de julio me notificaron que mi nota de la Selectividad era insuficiente para que me admitiesen en Veterinaria, de modo que me confirmaron plaza en la Facultad de Biología, que era mi segunda opción.


He pasado todo el mes de agosto en Llanes y, entre otras cosas he re-descubierto los Picos de Europa recorriendo aquellos parajes con mi bicicleta. A mediados de agosto tuve que regresar a León porque me habían declarado "Util para el Servicio Militar" (se me había olvidado solicitar el último aplazamiento...). Así que no tuve más remedio que hacerme "Objetor de Conciencia" y aproveché para visitar a mis amigos Alberto y Tato con el objeto de convencerles para que se vinieran conmigo a los Picos de Europa antes de que iniciemos los estudios universitarios.


Alberto y yo hemos salido juntos en numerosas ocasiones con las bicis por los alrededores de León, de modo que me vino a la cabeza aquella aventura de mi padre con sus amigos hace 37 años y les convencí a los dos para que hiciéramos algo parecido. Además, los tres tenemos la misma edad que ellos cuando lo hicieron. Sería una bonita forma de despedir este verano tan especial y de homenajear de alguna manera aquella aventura de mi padre.


Planificamos entonces irnos en bici a los Picos de Europa el 19 de septiembre, quedarnos unos días por allí, hacer alguna ruta turística y regresar de nuevo con las bicis el día 23. Unos días antes, le dimos a nuestro amigo Juan de Crémenes la tienda de campaña para que pudiéramos cogerla cuando pasemos por su pueblo, ahorrándonos así peso considerable durante al menos los primeros 75 kilómetros.


El miércoles 18 de septiembre por la tarde nos reunimos los tres para supervisar nuestros macutos y repasar la planificación de nuestro viaje; teníamos que organizar espacio suficiente para llevar la ropa necesaria, víveres en abundancia para todos los días y dejar espacio para repartirnos el material de acampada. Llevamos pan, chorizo, jamón, lomo, queso, galletas, leche condensada, huesitos, latas de conservas, isostar, agua... y poco, muy poco dinero.


Con unos 10 Kg. cargados a la espalda y una adrenalina que nos salía por las orejas partimos el jueves 19 temprano rumbo a Cistierna, donde teníamos planificado realizar una parada para descansar y comer. Alberto salió con tanta euforia que le metió caña a la bici durante los primeros 10 kilómetros hasta perdernos de vista, pero poco antes de llegar a Mansilla de las Mulas nos lo encontramos tirado en la cuneta con una pájara monumental. "Me duele la cabeza, estoy mareao", decía.
Pronto se recuperó y durante los siguientes 40 kilómetros fuimos los tres juntos pedaleando tranquilamente haciendo relevos para contrarrestar el efecto del viento. Llegamos a Cistierna poco antes de la una de la tarde. A la salida de Cistierna paramos un poco para mear, descansar y comer un poco.
Por la tarde seguimos pedaleando hasta llegar a Crémenes donde nos esperaba Juan con la tienda de campaña. No queríamos ni pensar el tener que aumentar el peso de las mochilas con esos hierros y esas lonas. En el bar de Juan nos repartimos el material y sin más demoras continuamos ruta hacia Riaño.


Tras subir la presa de Riaño a mí me subió el tono muscular y comencé a pedalear como un bestia dejando atrás a los dos rezagados. Pero poco antes de llegar a Carande me entró tal pájara que acabé tirado en la cuneta chupando leche condensada como un bebé hambriento... Lo peor fueron las risas de Tato y Alberto cuando pasaron por delante.


A media tarde llegamos los tres juntos a las calles medio desérticas del nuevo Riaño. Estábamos tan reventados que decidimos quedarnos por allí y desistir de nuestro empeño de llegar a los Picos en el mismo día. Habíamos recorrido ya 94 kilómetros. A la salida de Riaño había un cartel enorme con la planificación de la nueva urbanización de Riaño donde figuraba la ubicación de un camping. Fuimos hasta aquella ubicación pero allí no había nada más que maleza. Preguntamos en el pueblo y nos dijeron que el camping más cercano se encontraba en Boca de Huérgano, el siguiente pueblo a unos 8 kilómetros en dirección a San Glorio.


Llegamos a Boca de Huérgano a eso de las ocho de la tarde y allí se encontraba un camping cerrado a cal y canto y medio destartalado. Nos dijeron en el pueblo que podíamos saltar y montar allí la tienda, así que eso fue precisamente lo que hicimos.
Nos aseamos como pudimos y fuimos a un bar a tomar unas cervezas con algo de embutido del pueblo. No había casi nadie, pero unos paisanos nos dieron conversación y nos contaron historias del Oso Pardo y del Lobo. La charla estuvo muy interesante pero estábamos tan molidos que nos fuimos pronto a dormir.


A media noche comenzamos a oir ruidos muy extraños alrededor de nuestra tienda. Estábamos acojonados, era la primera noche que pasábamos juntos en el monte. Ni corto ni perezoso Tato sacó su navaja y decidimos los tres salir de la tienda a ver quién merodeaba por allí. Con las historias del Oso Pardo y del Lobo que nos habían contado los lugareños del pueblo estábamos ya prepaparados para enfrentarnos a una gran bestia salvaje, pero lo que realmente encontramos fue un caballo perplejo pastando tranquilamente al lado de nuestra tienda.


Con las primeras luces del alba nos despertamos temprano envueltos en un manto de niebla y humedad. Lo primero que hicimos fue desmontar el campamento y buscar un bar en el pueblo donde poder desayunar. Estaba todo cerrado, pero un hombre mayor advirtió que estábamos buscando algo y nos preguntó. Precisamente aquel hombre era el propietario del bar más antiguo del pueblo y nos abrió su establecimiento para que pudiéramos desayunar. Nos sirvió unos cafés acompañados de una cesta repleta de magdalenas y sobaos deliciosos.


Tan pronto como terminamos de desayunar nos montamos en las bicis y con gritos de dolor dimos los primeros pedaleos. Teníamos los culos destrozados por el sillín del día anterior. En cuanto se disipó la niebla se quedó una mañana con el sol radiante, la brisa fresca de la mañana, un paisaje espectacular... A los pocos kilómetros tuvimos que parar porque a Tato le entraron ganas de cagar. Luego, al llegar a Portilla de la Reina el turno para liberar el lastre fue de Alberto, quien cometió la torpeza de bajarse al puente sin un paquete de clines... aunque pudo apañárselas con un envoltorio de los Donuts que se acababa de zampar.
Durante todo el trayecto por las Tierras de La Reina apenas nos cruzamos con coches, y acometimos la subida del Puerto de Pandetrave casi sin darnos cuenta, aunque el viento a favor nos ayudó considerablemente. A eso de la una de la tarde llegamos a las últimas rampas del puerto, prácticamente sin bajarnos de las bicis. La imagen de los Picos de Europa asomando sobre el horizonte fue algo que no olvidaremos jamás, estábamos eufóricos, rápidamente nos soltamos de las bicis y comenzamos a disparar fotos. Imaginé entonces la sorpresa de mi padre cuando asomaron a estas montañas, es realmente impresionante.

Para celebrarlo sacamos el pan y abrimos una lata de pulpitos. Pero nos quedaba lo mejor, descender por el puerto hasta Santa Marina de Valdeón, donde se encuentra el Camping. El primero en lanzarse a "tumba abierta" por aquel descenso fue Tato, del que perdimos a pista a los pocos metros. Alberto y yo bajamos más prudentemente disfrutando del paisaje, y yo no pude evitar la tentación de detenerme a tirar algunas fotos de vez en cuando. Me encantó ver aquel pueblecito tan bonito rodeado de pastos y metido en aquel valle en medio de los Picos.
Cuando llegué a Santa Marina me encontré a Tato y Alberto haciéndome señales con las manos y la marca de una rodada de bicicleta plasmada en el asfalto. Y es que la carretera de pronto desaparece, hay que coger un camino rural que conduce al interior del pueblecito. Tato casi se estampa contra la cuneta y lo mismo le ocurrió a Alberto. Yo como estaba avisado tomé las precauciones oportunas y frené justo a tiempo.

Lo primero que hicimos al adentrarnos en el pueblo fue buscar un bar, y encontramos una vieja cantina llamada "Bulnes" que además de servir bebidas surtía al pueblo de todo tipo de cosas, a modo de tienda rural. Le preguntamos al paisano dónde se encontraba el Camping y nos dio las indicaciones necesarias. No había casi nadie por el pueblo, tan solo algunas gallinas, gatos y alguna vaca. Pero al llegar al camping nos encontramos con bastantes turistas.


Alquilamos una plaza para nuestra tienda de campaña y aparcamos las bicicletas. Sacamos la comida y comimos tranquilamente sentados en la hierba mientras contemplábamos aquel paisaje sobrecojedor. Por la tarde nos dedicamos a descansar, relajarnos, salir a pasear, jugar al billar, consultar nuestra economía y planificar la ruta que íbamos a hacer al día siguiente.
Echamos un vistazo al mapa que tenían colgado en el camping y nos recomendaron subir a la Vega de Liordes, a más de 2.000 metros de altitud, para contemplar desde allí las vistas del Macizo Central y el Collado Jermoso. Nos hablaron de un refugio que había por allí arriba.
A la mañana siguiente partimos hacia el Caben de Remoña subiendo por un sendero que partía desde el mismo pueblo. Fue una subida agotadora, pero subimos como tiros y cuando llegamos al Caben nos impresionó la vista del otro valle y los murallones de los Picos de Europa tan de cerca.
Subimos por la senda de la Canal de Pedabejo hasta llegar a lo alto del Collado Remoña donde nos encontramos con la vista del Macizo...

Nos sentamos en la roca para comer delante de la inmensa Vega de Liordes. Después comenzamos a descender tranquilamente hasta que nos sorprendió una tormenta bajando ya del Caben de Remoña y poco antes de llegar a Santa Marina los rayos eran tan estruendosos que bajamos corriendo dando brincos por encima de las zarzas. Llegamos al camping y desde la cafetería pudimos disfrutar de los espectaculares rayos que caían alrededor, uno de ellos cayó en el mismo camping, fue impresionante, lo más cerca que hemos estado nunca de una tormenta.

Al día siguiente nos quedamos por la zona haciendo algo de turismo, bajamos a Posada de Valdeón y pasamos buena parte de la tarde-noche en la plaza de Santa Marina de Valdeón; habían organizado una fiesta en el pueblo amenizada por un hombre que tocaba el acordeón y era gracioso ver a las gentes del pueblo disfrutando de aquel improvisado festejo.
El día 23 por la mañana partimos con nuestras bicicletas hacia Posada temerosos de la subida que nos esperaba con el Puerto de Panderrueda. Era una mañana de sol radiante pero un manto de nubes subió por la Garganta del Cares y pronto llenó todo el valle.

Sin embargo fuimos a buen ritmo todo el tiempo y a pesar del lamentable estado de la carretera de Riaño pudimos disfrutar del paisaje a lo largo de todo el trayecto.


A primeras horas de la tarde llegamos a Cistierna tan agotados que decidimos acercarnos a la Estación del tren de la FEVE con la esperanza de coger algún tren que nos llevara directamente a León.

Y así fue, tuvimos la suerte de tener que esperar tan solo una hora para que parase un tren procedente de Bilbao que nos llevaría directamente a León.

lunes, 26 de agosto de 1991

Mis Primeros Pasos por la Montaña.

Cuando tenía 10 años de edad mis padres me apuntaron a una Escuela de Esquí en la Estación Invernal de San Isidro, que fue donde aprendí a esquiar. Ese fue mi primer contacto directo con el mundo de la Montaña, solíamos ir todos los fines de semana durante el invierno de 1981 y recuerdo perfectamente cómo me quedaba mirando el Pico Susarón cuando pasábamos por el embalse del Porma, justo antes de llegar a Puebla de Lillo. También recuerdo cómo observaba impresionado las inmensas paredes del Pico Torres, o las afiladas crestas del Pico Agujas.

Mi padre también solía llevarnos con frecuencia a las Hoces de Vegacervera, y en la Venta de Getino, donde solíamos parar a comer, pasábamos la tarde antes de regresar a León. Recuerdo que me quedaba mirando la peña que estaba justo en frente de la Venta y un día le dije a mi padre que me dejara subir hasta arriba. Quería ver cómo se veían las cosas desde allí arriba, saber cómo me sentiría al llegar al punto más alto con mi propio esfuerzo. Aquella fue mi primera trepada, la primera vez que sentí cómo fluía la energía de la montaña a través de mi cuerpo.

La primera vez que visité los Picos de Europa fue en una excursión del Colegio P.P. Agustinos organizada por el naturalista profesor Padre Santiago Insunza, quien nos llevó de ruta a conocer el Valle de Valdeón y los Picos de Europa. Fue durante el otoño de 1985, un día lluvioso en el que el autobus nos dejó en Posada y fuimos caminando hacia el Monte Corona, haciendo parada en el Mirador del Tombo. Recuerdo que allí realicé mi primera fotografía con una pequeña cámara "Werlisa" que mi padre me había regalado cuando estuvimos en Ceuta; por suerte aun conservo esa fotografía.

El Padre Insunza nos metió de lleno en el corazón del Monte Corona, llegando a La Farfada y a las inmediaciones de la Canal de Capozo. Tengo pocos recuerdos de aquella excursión, pero no me olvido de lo mucho que me impresionaron las paredes de la Torre de Comea (Cueto Agudos), y las verticalidades que se observaban en el Macizo de enfrente. También recuerdo que encontramos una salamandra común, aun frecuente por aquella época.

Pero esa no fue la única vez que el Padre Insunza nos llevó al campo. Recuerdo otra excursión en la que nos llevó al Puerto de Aralla desde donde ascendimos al Cerro Pedroso (1.914 m.), para luego descender por el arroyo de Polanco hacia Geras de Gordón. Podría decir que aquella fue mi primera ascensión, de la que conservo los recuerdos de las vistas del Embalse de Luna, los parapetos que resisten el paso del tiempo desde la Guerra Civil, la Pica del Cellerón que Insunza llamaba "El Supositorio", el Desfiladero del Palanco y la Hoz de Geras, de la que conservo una fotografía. Debió ser por la primavera de 1986.


A partir de 1987 mi padre comenzó a llevarnos de excursión a conocer un montón de lugares tanto de Asturias como de León. Recuerdo que nos llevó a Riaño antes de que lo inundaran, al Valle de Valdeón, a San Emiliano, a Pajares, a Somiedo... Todavía conservo alguna foto de aquella excursión a los Lagos de Somiedo del verano de 1988.

Durante 1990 me dio fuerte por la bicicleta y comencé a recorrer largas distancias en bici desde León hasta Matallana, Vegacervera, Valporquero, Cármenes, La Vecilla,... casi siempre hacia la Montaña. En julio de 1991, cuando pasábamos el verano en Llanes (Asturias), me llevé la bicicleta para recorrer los pueblos del oriente asturiano. Un día, cuando pasaba cerca de Poo de Cabrales, observé y reconocí en la lejanía al Naranjo de Bulnes. Era una imagen impresionante y no dudé en hacer una instantánea con mi cámara.


Aquella visión motivó que comenzará a interesarme en conocer la geografía de los Picos de Europa y decidí acercarme con la bici al macizo lo más cerca posible. Llegué a Poncebos, allí dejé aparcada la bici y subí caminando a Camarmeña (en aquella época no había carretera). Por fin pude observar el Naranjo de Bulnes más de cerca, pero no lo suficiente, desde la aldea de Bulnes debía verse mejor todavía, así que ascendí a pie por la Canal del Tejo hasta que llegué a Bulnes.


Estaba realmente impresionado paseando por la villa de Bulnes, una aldea totalmente remota en medio de aquellos impresionantes macizos, con sus calles sin asfaltar, sus gallinas, los patos, y aquel burro que porteaba todos los víveres desde Poncebos.


Al regresar a casa les conté a todos mi descubrimiento y rápidamente fuimos todos en coche a recorrer los Picos. El 26 de agosto llegamos a Fuente De y subimos en el teleférico. Reconocí entonces la Peña Vieja, la Peña Remoña, los Horcados Rojos, Áliva... Estaba ansioso por llegar a León y contarle a mis amigos Tato y Alberto mis viajes por aquellas tierras asturianas y proponerles una gran excursión en bici desde León hasta los Picos de Europa.