sábado, 30 de noviembre de 2013

Ascensión invernal al Cabeza de Hierro (2.381 m.) por la cara Norte.

La Cuerda Larga es uno de los ramales montañosos de la Sierra de Guadarrama que se extiende de oeste a suroeste a lo largo de unos 16 kilómetros desde el Puerto de Navacerrada hasta el Puerto de la Morcuera. Separa el Valle de Lozoya de la cuenca del río Manzanares, y cuenta con la segunda elevación más alta de la Comunidad de Madrid: El Cabeza de Hierro (2.381 m.), un enorme pedregal de gneis con algo de hierro magnético (de ahí su nombre), cuya ascensión por la cara norte se presenta como un reto para los alpinistas.
Cabeza de Hierro desde el Puerto de Cotos.
El pronóstico meteorológico anunciaba para la tarde de hoy fuertes vientos y nieve en las cotas altas de la Sierra de Guadarrama. Eso añadido a las bajísimas temperaturas, convierten la ascensión al Cabeza de Hierro por su cara norte en un auténtico desafío. 

Se trata de intentar coronar la segunda cumbre de Guadarrama ascendiendo por alguno de los tubos de Las Cortadillas, tubos que parten del Circo de Las Cerradillas, en la vertiente norte del macizo. Dejamos en coche a 1 km. de la pista de Valdesquí y tomamos el sendero forestal del Refugio del Pingarrón. El sendero conduce directamente al Circo de Las Cerradillas cruzando el Arroyo de Las Guarramillas.  

Arroyo de Las Guarramillas.
La nieve caída recientemente en la Sierra dificulta considerablemente nuestro paso, pero nos permite disfrutar de un paisaje puramente invernal. Al cabo de una hora aproximadamente llegamos al Circo de Las Cerradillas, momento en el que la visibilidad se hizo prácticamente nula. 

Con muchas dificultades alcanzamos Las Cortadillas, lugar donde decidimos ponernos los crampones con vistas a mejorar el ritmo de la ascensión. En este lugar se forman todos los inviernos grandes cascadas de hielo que atraen el interés de los amantes de la escalada en hielo. Allí nos encontramos con un equipo de escaladores preparándose para su ascensión. 


Dany y yo seguimos avanzando hasta alcanzar la cota de los 2.250 m. Las condiciones eran pésimas: Visibilidad nula, fortísimos vientos helados, mucho frío, y la nieve polvo recién caída que impedía el uso adecuado de los crampones. 


Cada paso se convertía en una auténtica tortura. Estábamos muy cerca de la cumbre, pero llegamos a un punto en el que la satisfacción de coronar la cumbre ya no compensaba tanto sufrimiento, estábamos sometiendo nuestros organismos al límite, de modo que decidimos abandonar. Nos quedamos a escasos metros de la cumbre, seguro, pero no se veía absolutamente nada. No merecía la pena arriesgarse tanto.