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domingo, 7 de junio de 2009

Ruta Transcantábrica IV: Crónicas

Miércoles, 27 de mayo:


Estoy en León, soportando como puedo los incesantes ataques de la alergia primaveral. Lo tengo todo preparado y he entrenado por última vez. La mochila pesa unos 22 Kg. pero cada vez que la pongo sobre los hombros pienso en lo que me espera... Tengo la suerte de tener buen tiempo garantizado para los próximos tres días. Y en casa de mis padres, aquí en León, he dejado copia con la descripción exacta de las jornadas de la Travesía y hemos acordado ponerme en contacto al menos una vez cada 24 horas, dejando un margen de 36 horas para avisar al 112 en caso de que no reciban noticias mías. También les he dejado instrucciones claras de cómo gestionar con la Federación de Montañismo un posible accidente o desaparición.





Jueves, 28 de mayo:



Tal y como estaba previsto, llego en autobus a Caboalles de Arriba a las 20:30. Durante el viaje he podido disfrutar de los paisajes de Las Omañas; todo está muy verde, la primavera en su máximo esplendor. He dejado mis cosas en el único albergue rural del pueblo y he salido a dar una vuelta. Se trata de un pueblo típicamente minero que intenta salvaguardar la arquitectura típica de la zona. Su entorno me parece muy bonito, rodeado de espesos hayedos en los que no dudo de la existencia de los últimos urogallos cantábricos. De hecho, al lado del albergue se encuentra el Centro de Interpretación del Urogallo, pero no podré visitarlo porque abre sus puertas a las 11:00 de la mañana.







Después de prepararme la cena, César, el gerente del Albergue, se interesa en conocer los detalles de mi expedición. Como buen montañero y gran conocedor de la zona, me da buenos consejos y me advierte de los peligros.


Viernes, 29 de mayo:



Me levanto a las 8:00 de la mañana. César me prepara un buen desayuno y a las 8:30 con la mochila al hombro comienzo a caminar. El aire fresco de la mañana es ideal para acomodarme a los primeros pasos por las calles del pueblo. Subo por la carretera del Puerto de Cerredo hasta coger la pista que conduce a la "Mina Escondida". Tras pasar por las minas, llego a la Vega del Palo y al Valle de La Fleitina, desde donde contemplo la ascensión al Cueto Arbás.





A las 10:30 me encuentro con los primeros obstáculos: No hay sendero que me lleve al Collado de Bobia, y tengo que saltar numerosos cercos para atravesar las fincas, con el engorro que supone quitarme y ponerme de nuevo la mochila. A las 11:00 encuentro una sombra bajo un fresno que aprobecho para descansar. Ya estoy cerca del Collado de Bobia, pero todo está rodeado de grandes piornos y brezales, y no se ve ninguna vereda que conduzca hacia arriba.





Subiendo al collado atravieso numerosos canchales que me dan un respiro después de abrirme paso como puedo por los piornales. En uno de ellos sorprendo a una comadreja con un topillo en la boca. Me quedo inmóvil mientras veo cómo la comadreja baja hacia el bosque con su presa sin percatarse de mi presencia; lástima que no pudiera grabarla con la videocámara, pero no quise asustarla y sí poderla ver con detalle.





A las 12:00 llego al Collado de Bobia (1.622 m.), pero hace mucho calor y me cuesta mucho avanzar por el piornal. Ahora tengo que subir por la ladera del Cueto Arbás hasta coger altura y liberarme por fin de tanto piorno y brezo. Dos horas me costó atravesar la barrera del piornal, un auténtico infierno intentar abrirse paso donde no lo hay, con la mochila a cuestas y con semejante calor. Con la cantimplora a punto de agotarse por fin alcanzo altitud, desaparecen los brezales y aparecen los primeros neveros. Gracias a ellos lleno la cantimplora y recupero fuerzas para los últimos metros de ascensión. A las 14:30 alcanzo la cumbre del Cueto Arbás (2.007 m.), primera cota de la Travesía. La visibilidad es estupenda y ello me permite comprobar el recorrido de la travesía de los próximos días. Justo debajo se encuentra el Puerto de Leitariegos, lo que me advierte de un gran descenso.








Aprobecho media hora para descansar en la cumbre y tomar varias instantáneas del lugar. Una de ellas por supuesto tiene que ser con mi bandera:







Desde aquí puedo divisar el Cornón, con el Collado de Cereizales a su izquierda, a donde llegaré a dormir en la jornada de mañana. También puedo divisar más al horizonte Peña Orniz y el Macizo de Las Ubiñas, lejísmos, me parece increíble que pueda llegar hasta allí, y más alla, hasta los Picos de Europa... Hacia el sur puedo divisar en el horizonte el Macizo Galaico Leonés, y hacia Asturias, todo el Valle de Arbás y su comarca.






A las 16:30 y después de un acusado descenso que me ha "machacado" los pies, llego a la Laguna del Cueto Arbás (1.690 m.). Rápidamente me quito las botas para remojar mis pies en las gélidas aguas del lago y me doy cuenta de que el dedo meñique derecho no ha podido soportar la presión y el calor y se le ha reventado la piel, y todavía estoy en la primera jornada...




Al acercarme a la orilla sorprendo a un montón de sapos en plena orgía sexual, pero les dejo tranquilos mientras busco un hueco donde meter los pies.




Hasta aquí tenía previsto llegar en esta primera jornada, pero todavía es pronto y me siento con fuerzas para avanzar hasta el Puerto de Leitariegos y un par de kilómetros más. Además, seguro que la noche aquí con tanto sapo iba a ser algo más que ruidosa.





A las 18:00 llego al Puerto de Leitariegos (1.523 m.). Es un pueblo pequeñito, con su iglesia, su fuentecilla, pero apenas veo señales de vida. Finalmente me encuentro con un hombre y le pregunto por un bar, me apetece tomar un café con algo dulce antes de seguir. Y aprobechando la cobertura, llamo a mis padres y a Clara para informales de mi posición y de que todo ha ido bien.





A las 18:30 cojo un camino que sube hacia las vegas del puerto bajo un calor insoportable. Comienzo a subir hasta que poco a poco el cansancio va haciendo mella. En cuanto alcanzo los 1.700 m. de altitud busco un lugar donde acampar hasta que encuentro una pequeña vaguada rodeada de piornos ideal para pasar la noche; no hay agua, pero justo al lado tengo un pequeño nevero.






En cuanto se mete el sol la temperatura baja rápidamente hasta los 9ºC. Después de montar el campamento y asearme, preparo la cena y una pequeña hoguera; a la luz de la lumbre escribo la crónica de esta primera jornada con la satisfacción de haberla completado sin excesivas dificultades.









Sábado, 30 de mayo:


Durante la noche la temperatura bajó hasta los 4ºC, he pasado algo de frío pero he podido descansar a pesar de despertarme varias veces. A las 7:30 de la mañana me he levantado y he tardado dos horas en desayunar, asearme, cagar, vestirme, desmontar el campamento y empaquetar la mochila. A las 9:30 por fin me echo a andar.




A las 10:15 alcanzo el Collado Los Penones (1.865 m.),y justo aquí encuentro la indicación del sendero GR203 que marca la ruta de Leitariegos a Genestoso. Una hora después, llego a la Laguna del Viveiro (1.630 m.), donde me encuentro con una rana que no había visto desde que era pequeño, la Ranita de San Antonio, el único anfibio de Europa capaz de trepar por ramas, arbustos y carrizos. Para no asustarla demasiado mientras saco mi cámara, la hago unas fotografías con la videocámara.






Después de descansar y comer algo, a las 12:00 desciendo por el sendero hacia el Collado Chano (1.523 m.). Allí me encuentro con numerosas turberas plagadas de esfagnos y ranúnculos. Me abro paso como puedo siguiendo el curso del arroyo Tuerto pero el calor es tan intenso que necesito parar cada poco para refrescarme con las aguas del arroyo. Atravieso la Braña Vallerona bajo la mirada estupefacta de caballos y vacas mientras el Mastín de los vigila no cesa en su empeño de echarme de allí. Cada vez hace más calor y no encuentro ninguna sombra. A las 14:30 por fin alcanzo el Collado de Recuélabre (1.667 m.) por donde el sendero GR baja hacia Genestoso. Aquí tengo que desviarme y comenzar con la ascensión hacia los Altos de la Sierra de Sopeña (1.844 m.), pero antes tengo que descansar porque mis hombros no pueden más.






Una hora después, alcanzo los Altos de Sopeña. Por fin distingo y Pico Cornón y el collado a donde tengo que llegar, pero el panorama es "desolador": Todavía me queda mucho por caminar y estoy agotado. Además, no hay senda, vereda ni nada parecido que me facilite el paso por todo el cresterío de la Sierra de Sopeña.






Me ha impresionado bastante todo el paso por el cresterío; el viento sopla muy fuerte y en algunos tramos tengo que mantener el equilibrio con fuertes pendientes a ambos lados. Pero por fin llego al Collado de Tres Lagunas (1.726 m.) a las 16:30 más o menos. Allí me encuentro con una flor muy rara que hacía muchos años no veía, "El Tablero de Damas" (Fritillaria pyrenaica). Se trata de una flor endémica de la Cordillera Cantábrica y Pirineos, muy especial por el característico dibujo que lleva impreso en sus pétalos.






Parece que hay una senda bien marcada que recorre toda la ladera hasta mi destino. No estoy muy seguro, pero es la mejor de las opciones, por no decir la única. Pero a las 18:00 horas me doy cuenta que si sigo caminando por la senda me desvío de mi objetivo. Me salgo de la senda, subo hacia lo más alto que puedo y efectivamente, me estaba desviando. Ahora tengo que bajar un pequeño valle, subirlo por la otra vertiente y mantener la altitud hasta llegar al Puerto de Cereizales. El problema es que no hay vereda alguna y sí mucho piornal.





A las 19:30 y después de pasar por una ladera inclinada, sin veredas, y atravesando brezales constantemente, llego exhausto al Collado de Cereizales (1.725 m.). Pero tengo la suerte de encontrarme con un zorro en plena sesión de caza. No se ha percatado de mi presencia por el ruido del arroyo y por lo inhóspito del lugar, de modo que puedo grabarlo con mi videocámara. También hay un grupo de venados pastando en la otra ladera, pero del oso nada de nada, ni rastro. Monto el campamento, me aseo y ceno con la satisfacción de haber llegado a la base del Cornón, tal y como lo había planeado, aunque algo preocupado por el agotamiento físico y el dolor de los hombros. Espero mañana poder salir renovado del descanso.



Domingo, 31 de mayo:



Durante la noche ha refrescado bastante, de nuevo la temperatura bajó hasta los 4ºC, pero he dormido muy bien y he descansado. A las 7:30 me he levantado,y como ayer, he tardado 2 horas en desmontar todo, preparar la mochila, vestirme, desayunar... Comienzo a caminar subiendo poco a poco por la ladera para ganar altura poco a poco. Pero a las 12:40 me encuentro con un "obstáculo" en mi camino llamado "Cornín". Por la izquierda tiene un "cortado" imposible de salvar; por la derecha la pendiente es tan vertical que no me atrevo a pasarla, así que sólo puedo subirlo sin saber lo que me encontraré al otro lado, quizás otro cortado.


Superar el Cornín me ha dejado "hecho polvo", me he expuesto demasiado y los pies han sufrido lo suyo manteniendo el equilibrio con los 20 kg. de la mochila. Con el susto todavía metido en el cuerpo, alcanzo la cumbre del Pico Cornón (2.188 m.) a las 13:30. Las vistas son "infinitas", por fin diviso en la lejanía los Picos de Europa.




Hacia abajo veo que suben numerosos montañeros que supongo vengan desde el Puerto de Somiedo. Además, hoy domingo y con este día seguro que esto se llena rápido. Así que me hago la foto de rigor, recupero fuerzas y rápidamente comienzo con el descenso.





La bajada está marcada por hitos, pero están tan mal colocados y hay tanta nieve acumulada que en algunos tramos me despisto y no sigo el trazado correcto. Así que tomo la determinación de guiarme únicamente con mi orientación y desciendo directamente por los neveros olvidándome de perder el tiempo en buscar hitos. Pero hace mucho calor, tengo los pies destrozados, y el agotamiento es tan grande que tengo que parar cada poco a descansar. Dos horas después del prolongado descenso ya no puedo más; tiro la mochila y caigo al suelo desplomado. Estoy sin agua, bajo un sol abrasador y sin fuerzas para continuar. Mientras intento reponerme pienso en descartar si quiera intentar llegar a La Cueta, mi destino de hoy, si llego al Puerto de Somiedo será más que suficiente, dormiré donde sea pero no puedo avanzar más.




Mirando hacia La Cueta distingo el Macizo de Peña Orníz (2.191 m.), que sería mi objetivo para la jornada de mañana. Queda totalmente descartado, no tengo fuerzas para afrontar semejante ascensión después de tres días tan duros. Llegada la noche me plantearé alternativa para mañana.





A las 18:30 llego al pueblo de Santa María El Puerto de Somiedo (1.460 m.); sueño con darme una ducha fría, comer hasta reventar y tirarme en una cama... La suerte está echada, dudo que por aquí encentre algún alojamiento.





Pero estoy de suerte, al llegar a la carretera alcanzo el Hotel "El Coronel", está abierto y tienen datáfono!! (no me queda dinero en efectivo). Voy directo a la habitación, directo a la ducha, y directo a la cama. Pero antes de bajar a cenar, lavo la ropa y organizo las cosas para mañana, porque en cuanto suba me voy a tirar a dormir.





Lunes, 1 de junio de 2009:


Son las 10:30, he dormido profundamente, sin duda he descansado lo necesario; entre la cena de ayer y el pedazo de desayuno que me acabo de tomar he recuperado fuerzas para afrontar otra jornada. No voy a subir Peña Orniz, lo dejo para otra ocasión. He encontrado una ruta alternativa que más o menos con la misma distancia puede llevarme a los Lagos de Saliencia.


Me dirijo a un Collado cerca de Peña Salgada desde donde divisaré el pueblo de Valle de Lago; bajaré hasta el pueblo, y seguiré por la pista hasta la ascensión a los Lagos. Pregunto a las gentes del pueblo y me indican por dónde puedo llegar hasta ese collado, un collado que en los mapas figura como Collado del Muñón, a unos 1.840 m.


Con las energías totalmente renovadas voy caminando mientras disfruto del paisaje, algo que no pude hacer ayer, estaba tan machacado que apenas pude disfrutar de la jornada; estaba tan abatido que incluso me planteé avandonar. Hoy las cosas son totalmente diferentes, el descanso me ha reconfortado tanto que hoy me siento con fuerzas para llegar hasta el final.


A las 14:00 llego al collado, y como era de esperar, abajo diviso el pueblo de Valle de Lago. Ahora me espera un largo descenso a través del Valle de Salgada y las Brañas de Sousas.





Realmente hoy estoy disfrutando del paisaje; Peña Salgada, Peña La Franca, Penachana... todo esto el calizo y me recuerda mucho a los Picos de Europa. A las 14:40 llego a las Brañas de Sousas.




Llegando ya al pueblo de Valle del Lago entro en la zona del Monte La Enramada, área de uso restringido del Parque de Somiedo, sin duda lo más cerca que voy a estar del Oso Pardo.



A las 15:30 llego al pueblo. Se nota que esta zona es muy turística, hay numerosos alojamientos, restaurantes, bares... todo está muy cuidado y bien señalizado. Entro en un bar y pido una cerveza. El ambiente es tan acogedor y la gente tan amable que me quedo un rato a descansar mientras me tomo un buen bocadillo de chorizo casero.


A las 17:00 de nuevo me pongo la mochila al hombro y bajo un sol abrasador comienzo con la temerosa ascensión hacia los Lagos de Saliencias. Menos mal que el camino está bien indicado y hay numerosas fuentes. A las 18:30 descanso bajo la sombra de un espino a media subida hacia las Vegas de Camayor. Una hora después llego a lo más alto, a unos 1.760 m. y se abre ante mí la mayor planicie de alta montaña que he visto, las Vegas de Camayor, una enorme extensión de vegas, más grande incluso que la Vega de Liordes, en los Picos de Europa. En medio de esta enorme extensión espero encontrar un buen lugar para acampar.



En la lejanía logro divisar un refugio pegado a la peña donde probablemente encuentre una fuente con agua. Pero cuando alcanzo el refugio rápidamente cambio de opinión, está tan abandonado que prefiero montar la tienda, además, por aquí no aparece agua por ningún lado. Finalmente encuentro un nevero y decido montar el campamento cerca para tener agua.





Después de montar el campamento, asearme y cenar comienza a oscurecer y un extraño sonido me llama la atención.




Hacía muchos años que no escuchaba el croar de las ranas, pero lo que no sé es de dónde viene, dónde están. Me doy una vuelta a investigar y encuentro una pequeña laguna en medio de la vega.


Rápidamente comienza a refrescar y decido meterme en la tienda a dormir. Ha sido un día muy largo y llevo ya cuatro jornadas de ruta, además, he podido comprobar lo importante que es tener un buen descanso.







Martes, 2 de junio:


Son las 6:02, no puedo dormir, no paro de moverme en el saco, entra frío por todas partes. Miro el termómetro y me quedo atónito: Marca 0º C, y dentro de la tienda!! No me lo puedo creer, hace tanto frío que decido ponerme toda la ropa que llevo, absolutamente toda. Aun así, sigo sin poder dormir...

A las 7:00 ya no aguanto más, necesito moverme y calentarme con una infusión. Cuando salgo de la tienda lo veo todo "helado", todo blanco, como en una mañana del más puro invierno. Me acerco al nevero pero está tan dura la nieve que apenas logro romper un pedrusco del hielo para hacerme la infusión...


Desmonto el campamento y a las 9:00 me echo a andar. Me noto cansado, no he dormido nada y avanzo con la preocupación de aguantar toda una jornada que me tiene que llevar a la base del mismísimo Macizo de Peña Ubiña. Enseguida llego a los Lagos de Saliencias, pero durante el descenso por el Lago de La Cueva mi dedo meñique, aquel que sufrió con la bajada de Cueto Arbás, se ha infectado y veo las estrellas cada vez que doy un paso.






A las 11:30 llego al Alto de La Farrapona (1.710 m.) donde el Valle de San Emiliano y las Ubiñas se abren ante mí. Ahora tengo que descender por la pista hasta Torrestío, pero el pie derecho no me deja caminar, voy sufriendo a cada paso que doy, y no logro aliviar el dolor, el meñique está en carne viva.





Cojeando y con cara de dolor, llego a Torrestío a las 13:00 horas bajo un sol abrasador. Pero no quiero parar, decido seguir caminando para llegar lo más pronto que pueda a San Emiliano para meterme en un hotel y descansar. Camino lentamente por la carretera sin sombra durante una hora, otra hora, y otra hora. A las 15:40 llego por fín a San Emiliano.

Me meto en el primer hotel que pillo, pido habitación, subo corriendo, me quito toda la ropa pegada sobre mi cuerpo y me meto en la ducha. Pero el grifo no suelta una gota de agua, abro todas las llaves del baño y nada, no hay agua, no me lo puedo creer!! Con un humor de perros bajo a la recepción y me dicen "ah!, sí, hay una avería y no tenemos agua". Recojo la mochila y busco otro alojamiento, una casa de Turismo Rural. Y me ocurre exactamente lo mismo!! Pero qué pasa con este puto pueblo!!! Una avería, no hay agua en todo el pueblo. Lo gracioso del tema es que nadie me dice si va a haber agua a lo largo de la tarde, noche... nada de nada, un mutismo y una parsimonia asombrosos. Enseguida me doy cuenta de dónde estoy, en el típico pueblo de León con la gente más cazurra y cerrada que me pueda encontrar.


No tengo opciones, cojo la mochila y continuo caminando por la pista que sube hacia el Puerto de La Cubilla. El paisaje es desolador: La pista se encuentra intransitable, el agua del arroyo está sucia, no hay ninguna fuente, ninguna señal, todo está lleno de escombreras... Es lamentable, menudo cambio desde que crucé el límite con Asturias hoy por la mañana.


Lo que me preocupa ahora es que se ha agotado la batería del teléfono y no he podido avisar a mis padres de mis pretensiones después del lamentable paso por San Emiliano. Espero poderlo cargar en cuanto llegue a la Casa Mieres.





La Casa Mieres es un refugio de Montaña construido y gestionado por el Ayuntamiento de Mieres (Asturias) para dar servicio a los ganaderos que suben su ganado a pastar por estas vegas. Yo no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar, no estaba previsto que fuera a pasar noche aquí, pero las circunstancias de San Emiliano me han traído y sólo espero poder ducharme, comer algo y descansar. Es un refugio privado que solo da servicio a los ganaderos, pero he sido bien recibido y me han cedido un sitio para poder pasar la noche. No hay agua caliente, ni electricidad, pero si una buena colchoneta donde poder dormir. Después de darme una ducha a oscuras con agua helada y oliendo a "vaca" por todos los rincones, bajé a cenar y me acosté pronto con la preocupación de no poder llamar a mis padres.





Miércoles, 3 de junio:


He dormido casi 11 horas, ni me he enterado de los ronquidos, estaba tan agotado ayer que caí muerto sobre la colchoneta. Estoy en Casa Mieres, muy cerca del Puerto de La Cubilla, atrás dejo el Murallón de las Ubiñas y comienzo la sexta jornada de la Travesía pensando en llegar a Pajares y conseguir así adelantarme un día entero a lo previsto. Pero Pajares está lejos, muy lejos de aquí, y tengo que caminar por zonas totalmente alejadas e instransitables, no tengo móvil y el tiempo está cambiando. Desayuno rápidamente y a las 8:30 me echo a andar.




A las 11:15 llego a las Vegas de la Cruz del Ciego (1.743 m.) donde realizo el primer descanso. De momento todo va bien, creo haber encontrado el camino adecuado aunque por aquí no hay señal alguna, ni sendas, ni veredas, ni hitos ni nada. Lo único que hay es abundante ganado; mientras escribo estas palabras una vaca muy curiosona se acerca para ver quién soy y qué hago aquí...




A las 13:00 llego a la Collada del Barradal (1.606 m.), en la base del Negrón. Antes de subir me como una barrita energética porque me encuentro como si me fuera a dar una pájara. Y tardo hora y media en subir los 290 m. de desnivel hasta la cumbre del Pico Negrón (1.884 m.).





Pero sigo sintiendo los síntomas de una pájara: Mareo, temblores, sudor frío... Seguramente el motivo sea el poco agua que estoy bebiendo, y es que por aquí no hay y tengo la cantimplora seca. Desde aquí distingo el Cueto Negro, todavía muy lejos, y contemplo lo que tengo que descender y lo que tengo que volver a subir...






No puedo seguir caminando sin beber, así que decido descender hasta encontrar agua. A las 16:00 encuentro una charca; el agua está sucia y llena de renacuajos, pero logro llenar la cantimplora de un chorrillo. Rápidamente comienzo con la ascensión hacia el Cueto Negro. Pero de pronto oigo tronar, miro hacia atrás y veo a Las Ubiñas envueltas en nubes negras.







Y justo cuando estoy a punto de llegar a lo alto, se me echan las nubes encima. No veo nada, y por si fuera poco, oigo volar a un helicóptero muy cerca de aquí. No cabe duda, seguro que me están buscando. A las 17:45 llego al Cueto Negro (1.856 m.).




Bajo por las pistas de esquí guiándome de los postes de los telesillas de la estación mientras escuho sobrevolar el helicóptero. No pueden verme por la espesa niebla, solo espero llegar pronto a Branillín y poder llamar lo antes posible. Bajo tan rápido que a punto estoy de meterme una hostia derrapando por un terraplén.




Cuando llego a Branillín el panorama es desértico, no hay nadie, ni un alma, todo cerrado y abandonado. Así que sigo bajando por la carretera hasta llegar al Puerto de Pajares (1.378 m.). En el único bar abierto no tienen teléfono, pero logro cargar un poco el móvil y a las 18:45 por fin establezco comunicación con casa. Efectivamente, mi madre, preocupada por la falta de noticias, llamó a 112. ¡Te están buscando! Inmediantamente llamamos para comunicar mi aparición y confirmar que me encontraba en Pajares en perfecto estado.


Ahora el cometido es buscar alojamiento. He llegado aquí un día antes de lo previsto y estoy pensando en tomarme el día de mañana como descanso y dar tiempo así a que mejore el tiempo.

Bajo hasta Busdongo pero por aquí no hay ningún alojamiento. Cae la tormenta y se pone a llover con fuerza. Me refugio en la estación de tren pensando en hacer dedo para que alguien me baje hasta Villamanín hasta que un empleado de Renfe me invita a llevarme a Golpejar, donde hay un buen hotel de carretera.


Comentando el estado del tiempo me advierte que han pronosticado lluvias y mal tiempo para los próximos días. Cuando llego al hotel, me doy una buena ducha, bajo a cenar, y consulto el parte meteorológico: Fuertes lluvias y bajada brusca de temperaturas para los próximos tres o cuatro días.


Con este panorama no sé cómo me voy a enfrentar a cruzar la cornisa desde El Cellón hasta San Isidro, envuelto en nieblas, lluvias y tormentas. Tras pensarlo y meditarlo durante unas horas, he decido dejar aquí la Travesía. He cumplido la primera parte de la Travesía en menos tiempo de los previsto, he caminado 100 km. desde Caboalles hasta Pajares en seis jornadas, con cuatro ascensiones. Y me queda la segunda parte, otros 100 km. hasta los Picos de Europa, que realizaré el próximo año.





Jueves, 4 de junio:


Me levanto de la cama con una fuerte gastroenteritis; me estoy acordando del agua que bebí ayer en aquella charca. El cielo está nublado y las cumbres están tapadas por las nubes, va a llover de un momento a otro. Así que con cierta resignación regreso a León en un autobús de Villamanín. Es una lástima porque al margen de la gastroenteritis, me encuentro con fuerzas para seguir, pero también pienso en que el próximo año tendré un aliciente más cuando llegue el mes de marzo y comience a prepararme para la segunda parte de la Travesía Transcantábrica.