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martes, 22 de mayo de 2012

Lagunas de Muniellos (Asturias)

La Reserva de la Biosfera de Muniellos se sitúa en el confín suroccidental de Asturias, entre los concejos de Cangas de Narcea e Ibias. La abrupta orografía unida a la elevada pluviosidad pusieron freno a la transformación del paisaje por parte del hombre y gracias a ello hoy podemos decir que Muniellos constituye una representación casi virginal de las comunidades vegetales y animales que en otro tiempo fueron dominantes a lo largo de la Cordillera Cantábrica. 


Han pasado diez años desde mi última visita a la Reserva de la Biosfera de Muniellos. En ninguna de las dos ocasiones anteriores logré alcanzar las famosas Lagunas de Muniellos, en la primera ocasión por falta de tiempo y de luz, y en la segunda ocasión por causas meteorológicas.

Hay dos formas de llegar a las lagunas partiendo de Tablizas, la entrada principal al Valle de Muniellos: Por la vertiente del robledal, la ladera sur que atraviesa multitud de vallinas hasta llegar al fondo del valle, o siguiendo el cauce del río Muniellos hasta su nacimiento. En las dos ocasiones fallidas habíamos intentando ir por la vertiente del robledal, extremadamente larga y tortuosa. En esta ocasión voy a ir siguiendo el cauce del río Muniellos para asegurar mi llegada a las lagunas, y regresaré a Tablizas por la vertiente del robledal. Esta vez no hay causas meteorológicas que me impidan llegar, y dispongo del tiempo suficiente puesto que a las nueve de la mañana ya estaba en Tablizas dispuesto a comenzar la ruta.  

Esto es Tablizas, la entrada a la Reserva.
El objetivo de esta ruta es doble, por un lado llegar a las lagunas, y por otro tomar anotaciones en mi Cuaderno de Campo y recoger algunas muestras de los líquenes más particulares de la reserva para ser estudiados, determinados e incorporados en mi herbario. Publicaré la entrada correspondiente en mi Blog del Cuaderno de Campo. 

Pero primero hay que corroborar que los guardas de la reserva tengan mis datos y hayan recibido correctamente la información de mi visita, un trámite administrativo imprescindible para que te dejen entrar en la reserva. A las 9:45 ya estaba caminado por el sendero accesible que da paso al interior del bosque. 


Lo primero que me llama especialmente la atención es comprobar que los musgos no solo aparecen tapizando las bases de los troncos, que suele ser lo habitual, sino que tapizan los árboles enteros, troncos y ramas. 


Un ejemplo de lo que he venido a estudiar,  Lobaria virens.
Al cabo de una hora llego al Regueiru la Zreizal y al Regueiru las Berzas. A partir de aquí la senda se va estrechando, va aumentando poco a poco el desnivel y se cruza el río varias veces hasta llegar a la Vallina Tixidal. Poco después de cruzar el cuarto puente aumenta considerablemente la pendiente, a partir de aquí ya todo es subida hasta llegar al cruce de la senda del robledal, en la Vallina Piélago. Llego allí a las 12:15, y tomo el sendero que conduce directamente a la primera de las lagunas de Muniellos.

Vista de Muniellos desde la Vallina Trabais.
Se trata de la Laguna de La Isla, que tiene la particularidad de contar con una isla, algo muy poco frecuente en los lagos glaciares.  

Laguna de la Isla
No hay en España otras lagunas de tipo glaciar que estén rodeadas de bosque caducifolio como aquí, y mucho menos con isla. 

Esta es la 2ª Laguna, la más pequeña del valle.
Las Lagunas de Muniellos se localizan sobre una serie de cubetas de excavación glaciar que se escalonan a lo largo de la ladera del Picu Candanosa (1.680 m.). Para subir a las otras dos lagunas hay que seguir un pequeño sendero que sube con fuerte pendiente a través de la peña. En este punto sorprendí a un rebeco que intentaba bajar hasta la laguna. 

Esta es la 3ª Laguna, la más grande y la más inaccesible.
Entre la 2ª y la 3ª laguna no hay paso marcado, hay que trepar por una roca y abrirse paso entre el denso matorral que cubre la zona. 

Panorámica del Valle de Muniellos con su laguna más famosa.
Después de recorrer las tres lagunas me dispuse a descansar, a tomar el bocadillo y a explorar un poco los alrededores. A las tres de la tarde ya estaba de regreso en el cruce de los senderos. Tomé la senda del robledal, que vallina tras vallina a lo largo de más de 10 km. recorre la ladera sur de Muniellos de punta a punta. 

Viejo roble cubierto de Usnea longissima.
El camino es largo, largo... muy largo, pasan las horas, una, otra, y otra, y no acabas de ver el final. La senda es muy estrecha y de paso difícil, frecuentes subidas y bajadas, no te puedes distraer porque a la mínima distracción puedes dar un mal paso y caer por la ladera. Tampoco hay agua, más vale llevar la cantimplora bien llena porque en todo el camino los regueros que se cruzan están secos. Aun así, llama especialmente la atención cómo los árboles están densamente tapizados de líquenes fruticulosos como las Usneas, prueba de la elevada humedad relativa del valle y de la purísima calidad del aire. 

El Roblón de Muniellos, en Fuenculebrera.
A las seis de la tarde llegué sediento a la Fuente de Fuenculebrera, pero estaba seca. Tuve que subir ladera arriba para poder llenar la cantimplora. El agotamiento ya está haciendo mella en mi cuerpo y todavía queda cruzar el Valle del Cullada y bajar hasta Tablizas, una auténtica paliza. 

Valle de Muniellos desde la Cresta de Cullada.
A las siete de la tarde llegué por fin a Tablizas. Han sido unas diez horas de ruta y una veintena de kilómetros en terreno montañoso que sin duda me vendrán bien para El Aneto de los Pirineos. 


sábado, 4 de mayo de 2002

Bosque de Muniellos (Asturias).

La recientemente declarada Reserva de la Biosfera de Muniellos se sitúa en el confín suroccidental de Asturias, entre los concejos de Cangas de Narcea e Ibias. La abrupta orografía unida a la elevada pluviosidad pusieron freno a la transformación del paisaje por parte del hombre y gracias a ello hoy podemos decir que Muniellos constituye una representación casi virginal de las comunidades vegetales y animales que en otro tiempo fueron dominantes a lo largo de la Cordillera Cantábrica.  


Tenía muchas ganas de conocer el Bosque de Muniellos y descubrir los secretos que guarda en su interior, pero no es posible adentrarse en lo profundo del bosque salvo con un permiso explícito de la guardería de la Reserva del Principado, una solicitud que hay que presentar con bastantes meses de antelación, puesto que las visitas al bosque están rigurosamente controladas y son bastante limitadas. 

La primera visita quedó programada para el 14 de diciembre del año pasado. En aquella ocasión fuimos mi hermana Laura, mi cuñado Alfredo, mi madre, yo y mi amigo y compañero de carrera Oscar.   



Iniciamos el recorrido en Tablizas siguiendo la senda que sube por el Arroyo de Cullada. 


Se trata del sendero que discurre por una sucesión rítmica de vallinas tan característica del paisaje de Muniellos y que recorre todo el valle pasando en su punto más alto por las Lagunas de Muniellos. No hay mucho desnivel, pero el recorrido es largo, muy largo, y se requiere de todo el día para hacerlo completo.   


Pero en diciembre los días son tan cortos que resulta imposible recorrer la totalidad del sendero, de modo que caminamos hasta la Vallina de Las Fayonas y luego dimos la vuelta para regresar antes de que oscureciera.

La pureza del aire y la elevada humedad relativa en Muniellos contribuyen al espectacular desarrollo de los líquenes epífitos que otorgan al bosque un aspecto fantasmagórico muy característico. 

Regresamos a Tablizas con el propósito de reservar otra visita para realizarla en primavera con los días más largos y poder así hacer el recorrido completo de la senda. En el calendario estaba disponible en 4 de mayo y todos consideramos que sería un día perfecto para la segunda visita.

Y así fue, la segunda visita quedó programada para hoy 4 de mayo de 2002, pero ni Alfredo ni Oscar pudieron venir. En su lugar vinieron Carolina y Fernando que aceptaron encantados la propuesta de hacer la ruta completa de Muniellos. 



El pronóstico del tiempo advierte de la posibilidad de nevadas por encima de los 1.800 m. de altitud, pero lo cierto es que a primera hora de la mañana parece que el buen tiempo nos va a acompañar, y al menos así lo hará durante la primera parte del recorrido por la ladera de solana. 


Sin embargo a medida que vamos avanzando el tiempo va empeorando y me doy cuenta de que estamos caminando a un ritmo demasiado lento y pausado. Intento imponer un ritmo constante en la marcha pero me resulta imposible, mi madre comienza a tener ligeras molestias en su rodilla y no puede caminar más rápido.

Comencé a ponerme nervioso porque estaba viendo que no llegábamos a las lagunas a tiempo para regresar por la otra vertiente. Pasamos una vallina, otra, y otra, y otra... así hasta que comenzó a llover. Sacamos los chubasqueros y seguimos caminando sin pausa. Querían parar a comer pero les dije que no teníamos mucho tiempo, quería llegar a toda costa a las lagunas para respirar tranquilo sabiendo que tendríamos tiempo suficiente para el regreso por la otra ladera. Entonces el grupo se disgregó: Yo continué caminando a buen ritmo, Fernando y Carolina se fueron quedando atrás y mi madre y Laura iban las últimas deteniéndose cada poco para descansar la rodilla. 

Y para colmo de desgracias se pone a nevar copiosamente. Echo una mirada hacia atrás y veo que nadie me sigue. Entonces regreso y me los encuentro atrás, caminando lentamente. Están cansados, chopados de agua y hambrientos, pero me preocupa especialmente el estado en el que se encuentra mi madre, está claro que no puede seguir. Estamos muy cerca, lo presiento, debemos estar debajo de la Peña Velosa, a punto de entrar en el Cotarrón de Las Lagunas, pero lo cierto es que no se puede seguir caminando en estas condiciones, mojados, hambrientos y con el tiempo justo para regresar. 

Total, que la expedición quedó abortada por segunda vez, no hay manera, un fracaso. Regresamos por el mismo sendero y llegamos a Tablizas a última hora de la tarde a punto de anochecer, agotados y reventados, sobre todo mi madre, que ya no podía dar un paso más. Carolina llegó helada de frío, estaba temblando, con claros síntomas de hipotermia. De hecho, lo pasó fatal en el coche durante el regreso a León, no paró de vomitar a lo largo de todo el camino.