domingo, 7 de agosto de 1994

Ascensión al Pico Susarón (1.879 m.).

Por la Ruta del Porma y el Embalse de Vegamián se levanta a espaldas del despoblado Camposolillo una soberbia montaña que dio nombre a una de las más famosas y relamidas novelas del costumbrismo provincial: "Susarón", escrita por el canónigo astorgano Jose María Goy en 1919. No es que sea una montaña muy elevada e importante, pero su especial silueta y su carácter solitario la convierten en una de las montañas más bonitas de la cordillera.

La expropiación forzosa de los terrenos de Camposolillo para la inundación del Valle de Vegamián por culpa de la construcción del Embalse del Porma obligó en los años sesenta al abandono irreversible del pueblo, pero las aguas del pantano nunca llegaron a cubrirlo del todo pasando a ser propiedad de la Confederación Hidrográfica del Duero. Desde entonces se han realizado numerosos proyectos para intentar recuperar el pueblo pero ninguno de ellos ha cuajado hasta la fecha.

El fin de semana pasado subí nada menos que la Peña Ubiña acompañado de mi viejo amigo Raúl. Y hoy domingo hemos hecho lo propio con la Peña Susarón, mi montaña favorita, la que me enganchaba cuando era niño mientras mi padre nos llevaba a esquiar a San Isidro; en cuanto llegábamos a Boñar le preguntaba a mi padre: "¡Papá, dónde esta el Susarón!", y nada más asomarnos a la presa del embalse del Porma me decía: "Ahí lo tienes". No la quitaba el ojo de encima mientras cruzábamos el embalse preguntándome una y otra vez: "Cómo se subirá esta montaña, cómo me gustaría estar allí arriba...". Pues hoy aquel sueño se ha hecho realidad.

Hemos llegado temprano y hemos aparcado el Fura cerca del Puente de San Tirso, en Redipollos. Esta vez vamos mejor equipados que la semana anterior; le he dejado a Raúl unas chirucas y llevamos en la mochila unos buenos bocatas junto con la cantimplora y los prismáticos. Nos disponemos a subir a lo largo de la crestería de la peña, confiando en no encontrarnos con demasiados obstáculos. Al principio hay que hacer una pequeña trepada pero rápidamente cogemos la cresta y no hay más que subir y subir. No hay senda alguna ni marcas ni hitos que indiquen la subida, tan solo hay que fijarse en la cumbre y dirigirse hacia ella.

Pero el calor es sofocante y el sol abrasa, en una de las paradas bebimos de la cantimplora y caí en la cuenta: No habrá agua suficiente para los dos y por supuesto no encontraremos ningún manantial en toda la peña. Tenemos que racionar el consumo de agua porque la ascensión será larga y el calor va a ser insoportable.

Las botas se agarran con firmeza a la caliza y subimos buena parte de la montaña sin problemas, pero al llegar cerca de la cumbre tuvimos que descender por la cara norte para sortear un cortado de varios metros por donde era imposible pasar. Hasta allí llega la enorme brecha que asciende por la cara sur siguiendo una vía de ascensión que procede de Camposolillo. Los últimos cien metros de ascensión requieren de una buena trepada por la roca.

Alcanzamos cumbre más o menos a la hora de comer. Las vistas son increíbles, se ve todo el embalse del Porma, Mampodre, los Picos, se ve incluso la Meseta Castellana a través de todo el Valle del Porma. Hace mucho calor, nos quitamos las camisas, sacamos los bacatas y apuramos las últimas gotas de agua de la cantimplora. Después de comer nos tiramos en la roca para dormir una siesta placentera hasta que nos despertó el rugido de las alas de un buitre que sobrevolava la cumbre. Nos dio un buen susto, pero la imagen de aquel enorme buitre fue bestial. Estuvimos siguiéndole la pista hasta que se posó en una roca y pudimos verlo de cerca con los prismáticos.

De regreso bajamos rápidamente hacia Redipollos a donde llegamos con claros síntomas de deshidratación. La piscina del pueblo estaba a revosar de gente, entramos en el bar y pedimos un par de cervezas. Un paisano del pueblo nos había visto durante el descenso y no dudó en acercarse a nosotros para decirnos: "¿Pero cómo se os ocurre subir al Susarón con este calor?".


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