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sábado, 16 de febrero de 2008

Travesía Invernal Gabanceda - Gildar.

Las Sierras de Cebolleda y Gabanceda se encuentran en Posada de Valdeón, y constituyen un "balcón" privilegiado para disfrutar de las mejores vistas de Los Picos de Europa. Totalmente apartadas de la acción humana, forman parte del nucleo oriental de la población del Oso Pardo que se conserva en la Cordillera Cantábrica.

Es sábado, 16 de febrero de 2008. Estoy en Posada de Valdeón organizando mi traslado a Leganés y supervisando el traspaso de mi supermercado. Pero me entero de que Gonzalo Casares va a llevar de ruta a Eva y Marcos por el Gabanceda, y Eli y yo nos apuntamos sin dudarlo.

Salimos temprano de Posada con dirección al Puerto de Pandetrave (1.558 m.), donde dejaremos el coche y ascenderemos por la ladera de la Vega de Prego. Hay nieve abundante, pero no tanta como otros inviernos, además el día es espléndido, luce un sol radiante muy impropio de la estación en la que nos encontramos. Tras media hora de ascensión alcanzamos el Collado de Prego (1.758 m.), desde donde contemplamos la vista de las Peñas de Cifuentes de los Picos de Europa.



Hacia el sur vemos los Picos de La Braña que forman parte de una de las vertientes del Gabanceda. Allí nos dirigimos con la intención de bordear el Pico Gabanceda hacia el Collado Montó.





En este momento propongo la ascensión al Pico Gabanceda (2.034 m.), pero el grupo no está muy por la labor y deciden continuar hasta el Collado de Montó donde pararán a comer. Sin más demora comienzo con la ascensión en solitario hasta la cumbre. Son unos doscientos metros de desnivel que resuelvo en media hora escasa. Y como era de esperar el esfuerzo mereció la pena...



Desde la cumbre contemplo todo el Valle de Montó, con su Peña La Silla (llamada así porque su forma recuerda mucho a la de una silla de montar), y por supuesto Valdeón que se cierra entre los macizos de los Picos de Europa:


Para el descenso bajo directamente hacia el Collado de Montó, pero desde aquí no veo al grupo de Gonzalo por ningún lado. Hay un risco bastante expuesto desde donde me asomo para ver si les veo, pero nada, no aparecen por ningún lado. Doy varias vueltas por la zona hasta que me los encuentro repostados en una ladera asando los chorizos que Gonzalo llevaba consigo. Comimos como bestias ambrientas mientras planificábamos el descenso por el Valle de Cable.

Tras alcanzar la Horcada de Cable (1.938 m.), ya en la Sierra del Cebolleda, propongo seguir toda la crestería hasta el Gildar, a lo que Gonzalo y Marcos renuncian. Eli y Eva deciden seguirme por aquella crestería, no exenta de peligros: Nos abrimos camino por las Verdes de Cable, crestas muy pronunciadas y expuestas por ambos lados hacia el abismo. En algunos tramos tenemos que destrepar para sortear alguna pared y volver a trepar para abrir paso hacia el Gildar.


El paso por la crestería ha mermado las fuerzas de Eli y Eva, pero paso a paso y poco a poco consiguen alcanzar la cima del Gildar (2.078 m.) donde les espero mientras planifico la bajada. Hace frío, sopla mucho el viento lo que acentúa la sensación térmica, son las seis de la tarde y el tiempo parece empeorar.



Tenemos el tiempo justo para reponer fuerzas y comer algo. Eva está bastante "machacada" y le preocupa el descenso, así que sin más demora comenzamos a descender por la ladera en dirección a un collado desde el que distingo una vía de descenso directo a Cable.



Tras una hora de descenso sin parar, llegamos a la Vega de Cable, donde nos esperan Gonzalo y Marcos que han estado pendientes de nuestros movimientos desde la cumbre. Nos informan que han visto huellas de oso muy cerca del chozo. Sin entretenernos demasiado continuamos todos juntos bajando por el Tombo Bramero hacia Porciles. A las ocho de la tarde, ya prácticamente de noche, llegamos a Posada.

sábado, 13 de octubre de 2007

Freñana, Nacimiento del Río Cares.

El Río Cares nace en el Valle de Valdeón, en las "Hoyas de Freñana" a los pies del Pico Cebolleda (2.044 m.) y Gildar (2.078 m.). A Freñana se puede acceder por un camino que sube desde la carretera de Posada en la curva de "Braña Redonda", precisamente en el puente que cruza el Río Cares. Pero otra forma de llegar, mucho más atractiva, es por las Cerras de Cuénabres que van a parar al Pico Cebolleda desde el Puerto de Panderrueda (1.459 m.).

Durante mis estudios universitarios en 1994 colaboré en labores de investigación con el catedrático de Botánica y experto en líquenes Arsenio Terrón. En una de las salidas de campo que realizamos al Bosque de Hormas (Riaño) descubrimos la presencia de un extraño líquen muy raro por estas latitudes, pero muy abundante en el Norte de Europa, concretamente en la Península Escandinava. Se trataba de Letharia vulpina, un líquen fruticuloso de intenso color verde amarillento que en Escandinavia utilizaban para hacer un veneno para matar zorros. En España sólo estaba citado en la Sierra de Francia (Salamanca) y en El Teleno (León), y en ambos casos sobre roca. Pero en Hormas lo encontramos sobre grandes tocones de robles muertos.

Desde entonces siempre he sospechado que Letharia vulpina podría estar también presente en el Valle de Valdeón. La he buscado por varios lugares donde sospechaba podría encontrarse, examinando minucisamente cada tocón de roble muerto que me encontraba por el camino, pero nunca la encontré. Hace unos meses un guarda del Parque Nacional encontró un líquen que le llamó la atención, cogió una muestra y a llevó al Centro de Visitantes del Parque en Posada. Nadie lo había visto nunca antes ni supo determinarlo. En cuanto me enteré, subí a las oficinas del Parque y pude certificar que se trataba de la Letharia vulpina. Pregunté dónde lo habían encontrado y me dijeron que por la zona de Freñana.

Es sábado, 13 de octubre de 2007. Han venido a pasar el fin de semana a Valdeón Clara con Silvia y Rafa. El día está inmejorable, así que me organizo para dejar sola a Rosi en el supermercado y preparo una ruta con mis amigos. Les cuento la historia del misterioso líquen y les propongo que me acompañen a Freñana para buscarlo y de paso ver el nacimiento del Río Cares. Desde allí luego buscaremos la forma de descender directamente a Posada por el bosque.

Preparamos los petates, subimos al Puerto de Panderrueda y comenzamos a caminar por la pista que sube hacia la Fuente del Raicedo. Por el camino y para la sorpresa de todos nos encontramos con un monolito dedicado a la memoria de los fusilados en los Picos de Europa durante la Guerra Civil y posterior represión. Al parecer hubo una fosa común cerca del Pontón y varios desaparecidos fueron enterrados por toda esta zona.


En cuanto comenzamos a subir por el bosque comienzo a fijarme en los grandes robles que abundan por el lugar, seguro tiene que haber algún tocón muerto. Y efectivamente, aparecen varios, pero ninguno de ellos con lo que busco. En uno de los descansos, Rafa y yo nos salimos del sendero y damos una vuelta buscando más tocones. De pronto, en uno de ellos, aparece lo que tanto tiempo llevaba buscando:



Se trata de un enorme roble muerto con un gran porte y allí estaba la Letharia vulpina, hermosísima, muy abundante incluso por las ramas. Curiosamente sólo aparece en la cara sur del tocón, mirando hacia Riaño, de modo que no es de extrañar que esté presente por todo el bosque de Cuénabres, Casasuertes y Vegacerneja hasta Hormas. Sigue siendo un misterio cómo ha podido llegar tan al sur, hasta la Península Ibérica.


Después del paréntesis, con sesión fotográfica incluida, continuamos la ruta. En cuanto superamos los 1.700 m. de altitud salimos del bosque y comenzamos a disfrutar del paisaje que nos ofrece la Cordillera Cantábrica.


Y justo delante de nosotros aparece la Hoya de Freñana con el Pico Gildar y Cebolleda. Nos dirigimos hacia las vegas altas, al pie del Gildar para comer al lado del nacimiento del Cares.

Las vistas son inmejorables miremos por donde miremos: Peña Ten, Pileñes, Pontón, Tiatordos, los Picos... el día es tan claro que se ve hasta el Mar Catábrico.


Para el regreso a Posada optamos por bajar directamente por el bosque sin seguir ninguna senda, hasta dar con la pista de Porciles. Pasamos por lugares tan recónditos que cada poco teníamos que parar y disfrutar de las vistas.


Pero atravesando el bosque nos encontramos todavía con más sorpresas: Ya hemos entrado en el Otoño y durante toda la ruta vimos diversas especies de hongos, pero esta Amanita muscaria nos llama la atención por su colorido y por su gran tamaño...


El descenso por el bosque ha sido largo y emocionante. Cuando estaba a punto de anochecer, conseguimos llegar a las pistas forestales de Caldevilla. Ha sido una jornada memorable cargada de emociones que he disfrutado al máximo en compañía de Clara y mis amigos Rafa y Silvia. Lo necesitaba después de semanas de duro trabajo ininterrumpido en el supermercado.