viernes, 27 de mayo de 2011

El Cañón del Río Lobos.

Entre el Sistema Ibérico y la Alta Meseta del Duero discurre un pequeño río que a lo largo de unos 25 kilómetros ha excavado un profundo tajo sobre las calizas mesozoicas fruto de la erosión del propio cauce fluvial y de la disolución de la caliza, dejando a la vista grandes paredones de varias decenas de metros de elevación que sirven de refugio a una importante colonia de Buitres Leonados. Se trata del Cañón del Río Lobos, un inmenso karst con un sistema de aguas subterráneas, acuíferos, cuevas, simas y sumideros muy completo.

Aunque el río nace en la provincia de Burgos, el cañón discurre principalmente por la provincia de Soria, entre Hontoria del Pinar y Ucero. Actualmente el paraje posee dos figuras de protección: Es Parque Natural de Castilla y León desde 1985 y Zona de Especial Protección para las Aves desde 1987. Además de una asombrosa riqueza florística y faunística, el Cañón esconde un rincón mágico habitado desde la edad de bronce donde se ubica la ermita templaria de San Bartolomé, una construcción románica del siglo XIII.

Ayer por la tarde todo parecía indicar que se había acabado mi aventura por el Sistema Ibérico, no paró de llover en toda la tarde. A punto estuve de emprender camino de regreso a Madrid, pero algo me decía que esperara, que fuera paciente y que tuviera esperanza en que parase de llover. Y así fue, me acerqué con la furgona a la entrada del Cañón en Ucero y allí pasé la noche escuchando cómo caían chaparrones cada dos por tres.

Sin embargo de madrugada dejó de llover y aunque el día amaneció completamente nublado lo cierto es que no parecía que fuera a llover. Pero recorrer el Cañón del Río Lobos en bici después de tanta agua caída podría ser una práctica imposible, o que se pusiera a llover cuando estuviera metido en lo más profundo del cañón. Mientras desayunaba no hacía más que dudar y debatir, ¿qué hago? ¿Me arriesgo o no?

Estoy en la Poza de Valdecea, en el último aparcamiento de la entrada al cañón por Ucero. Lo primero que me ha llamado la atención es la presencia de aguas entancadas a lo largo del curso fluvial del río. Como se puede apreciar la poza está plagada de Nenúfares (Nuphar lutea) que sirven de posadero para una nutrida población de ranas comunes. Como estamos en primavera los nenúfares están el flor, al igual que la Espadaña fina (Iris pseudacorus), que presenta una hermosa flor amarilla.

He tenido tiempo de examinar la poza en profundidad, y además de las que he citado he podido reconocer Aneas (Typha latifolia) con sus largas espigas cilíndricas; Lentejas de Agua (Lemna minor), pequeñas plantitas flotantes; Juncos de Esteras (Juncus effusus)... Y observando con detenimiento en el agua pueden verse además de renacuajos, Nepas (Nepa rubra), pequeños insectos acuáticos más conocidos como Escorpiones de agua; y los típicos Zapateros (Gerris lacustris), los insectos que caminan sobre el agua. Los renacuajos probablemente pertenezcan a Sapillos pintojos (Discoglossus pictus).

A las 9:00 de la mañana ya estaba preparado y no lo dudé más: Agarré la bicicleta y me puse a pedalear hacia el corazón del cañón. Si llego al Puente de los Siete Ojos me daré por satisfecho, serán unos 10 km. de recorrido por el interior del cañón siguiendo el curso del río Lobos en sentido contrario. Desde el Puente de los Siete Ojos hasta Hontoria del Pinar el cañón se hace más intransitable en bici, además, el cauce está seco, por lo que el cañón ofrece menos atractivos y más incomodidades. Además el tiempo hoy no da para más, se va a poner a llover de un momento a otro.

Al primer lugar al que se llega es a la Ermita de San Bartolomé, una ermita de gran belleza construida por los templarios siguiendo claves esotéricas. Está ubicada en uno de los meandros del Río Lobos protegida por enormes cantiles. Se dice que este lugar es el "Omphalos", o "Centro del Mundo": Es el punto equidistante entre los dos extremos más septentrionales de la geofrafía peninsular.

Llama la atención comprobar que alrededor de la ermita persisten todavía varios olmos muertos afectados por la grafiosis.

Justo detrás de la ermita hay que cruzar un puentecillo de madera que cruza el río y permite acceder a la Cueva Grande, una enorme gruta donde persisten grabados y pinturas rupestres.

Ciertamente es un lugar mágico y confortable, no me extraña que esta cueva estuviera habitada durante el Neolítico, y seguro que fue utilizada por los templarios para realizar aquí algunos de sus rituales iniciáticos.


Después de esta parada obligada hay que continuar porque todavía queda mucho recorrido por delante. Mientras voy pedaleando he podido reconocer al Alcaudón Dorsirrojo, que después de un vuelo directo planea sobre los juncos de los estanques para saltar seguramente sobre alguna presa. Los Buitres Leonados están arriba, en los farallones rocosos, hay un montón de ellos, y también estoy reconociendo los gritos de las Chovas Piquirrojas.

Uno de los recursos tradicionalmente aprovechados en el Cañón del Río Lobos era la recogida de la miel. Existe un lugar conocido como "El Colmenar de los Frailes" donde la comunidad templaria albergaba colmenas fabricadas con troncos huecos de árboles que alineaban sobre los resaltes rocosos del cañón.

Y meandro tras meandro sigo el recorrido por la senda del Cañón del Río Lobos a lo largo de varios kilómetros. Cada dos por tres hay que bajarse de la bici para cruzar el río o para pasar por algún sedo, pero en general el recorrido es muy agradable y se pasa por lugares muy bonitos.

Por suerte el tiempo me está respetando y de momento no se ha puesto a llover, pero cada vez que miro hacia arriba da la sensación de que van a comenzar a caer gotas de un momento a otro.

Hay tramos en los que el río desaparece y vuelve a reaparecer misteriosamente más adelante, pero en la mayor parte del lecho las aguas permanecen estancadas.

Tras varios kilómetros más el cañón comienza a ensancharse poco a poco y se llega a una zona en la que hay que atravesar un espeso bosque de pinos y sabinas. Tras pasar el bosque se llega al Puente de los Siete Ojos, una construcción del siglo XVIII que salva las aguas del río lobos en períodos de estiaje.

En total he tardado una hora y media en recorrer los nueve kilómetros del cañón desde la Poza de Valdecea hasta el Puente de los Siete Ojos. Para el regreso he optado por ir por carretera, subiendo el Portillo hasta Santa Mª de las Hoyas para luego girar en dirección a Nafría de Ucero y Ucero. En total 13 kilómetros por carretera pasados por agua, porque desde Santa Mª de las Hoyas hasta Ucero me estuvo lloviendo prácticamente sin parar. Tuve tentaciones de subir a ver el Castillo de Ucero, pero al final me conformé con tirarle una buena fotografía.

Y aquí pongo punto final a mi aventura por el Sistema Ibérico: Cuatro días de turismo activo en los que he visitado lugares tan dispares como el Moncayo, el Desierto de las Bardenas Reales, el Urbión y el Cañón del Río Lobos, todo ello en los cuatro días de libertad que me he regalado este año.

jueves, 26 de mayo de 2011

Ascensión al Pico Urbión (2.229 m.)

Al noroeste de Soria lindando con la provincia de Logroño se levanta la Sierra de los Picos de Urbión, perteneciente al Sistema Ibérico y cuna del río Duero. Con un relieve de origen glaciar posee las cotas más elevadas de la provincia de Soria, siendo el Pico Urbión el tercer pico más alto del Sistema Ibérico, solo superado por el Moncayo (2.316 m.) y el Pico San Lorenzo (2.271 m.) en la Sierra de la Demanda (Logroño).

La Sierra de Urbión conserva en su interior un interesante conjunto de lagos de origen glaciar de los que destaca la Laguna Negra. Rodeada de un bosque de hayas y pinos silvestres la Laguna Negra está vinculada a numerosas leyendas y tradiciones populares. Antonio Machado ubicó en este paraje la historia trágica de su novela "Hijos de Alvargonzález":

"Laguna Negra,

agua transparente y muda

que enorme muro de piedra,

donde los buitres anidan

y el eco duerme, rodea;

agua clara donde beben

las águilas de la sierra,

donde el jabalí del monte

y el ciervo y el corzo abrevan;

agua pura y silenciosa

que copia cosas eternas;

agua impasible que guarda

en su seno las estrellas".

Anoche llegué al aparcamiento de la Laguna Negra procedente del Desierto de las Bardenas Reales, en Navarra. Para llegar hasta aquí he tenido que recorrer algo más de 150 km. pasando por Agreda, Soria, Cidones y Vinuesa. El aparcamiento está situado a 1.710 metros de altitud y a escasos 200 m. de la famosa laguna. En cuanto llegué sorprendí a un grupo de ciervos que pastaban en el bosque y que no se esperaban para nada la llegada de un visitante a esas horas de la noche.

A las 9:00 en punto de la mañana me he puesto en marcha para iniciar la ascensión al Pico Urbión, una ascensión aparentemente sencilla (520 metros de desnivel) que ofrece numerosos atractivos, no solo la Laguna Negra, también está la Laguna Helada, los Llanos de la Sierra, el Risco Zurraquín o la mismísima fuente del río Duero.

Todo el paraje inicial se encuentra perfectamente acondicionado para el tránsito de los numerosos turistas que vienen a contemplar las aguas de la Laguna Negra. Me entretengo unos minutos contemplando y fotografiando este bello paraje antes de iniciar el ascenso por el sendero bien marcado que sube a través del murallón rocoso directamente al Collado de la Majada Rubia (1.860 m.).

Subiendo tropecé con un ejemplar de Tritón jaspeado (Triturus marmoratus); me sorprendió mucho verlo caminando por el suelo, normalmente viven en el agua, así que me imagino que sea uno de los habitantes de la laguna que aprovechando las primeras horas del día y que todavía no han llegado los turistas ha decidido darse una vuelta por los alrededores. Por cierto, se trata de una hembra, lo se por la franja de color anaranjado que recorre su dorso (los machos tienen una cresta bastante prominente).

A medida que voy subiendo dejo a mis espaldas la imagen espectacular de la Laguna Negra rodeada de su bosque y sus piedras. Hay rincones verdaderamente hermosos.

Desde lo alto del farallón las vistas de la laguna son todavía mejores...

Todavía no logro distinguir el Pico Urbión, pero el paisaje que ofrece la Majada Rubia me está dejando sin palabras...

Por aquí la senda que conduce al Urbión continua hacia los Llanos de la Sierra, pero mi intención es subir el Urbión por la crestería del Mojón Alto, para lo cual tengo que ascender (sin senda) hacia la Laguna Helada, que está situada justo a los 2.000 m. de altitud.

Además de numerosos buitres he podido distinguir con los prismáticos a un Gavilán, pero lo que más me está sorprendiendo de esta ascensión es la enorme diversidad paisajística que me está ofreciendo.

La Laguna Helada me recuerda mucho a los lagos glaciares de la Cordillera Cantábrica, en especial a la Laguna del Cueto Arbás. Ya estoy a 2.000 m. de altitud pero todavía no logro distinguir el Pico Urbión. Pero bordeando la laguna he localizado numerosos hitos que marcan el recorrido hacia el Urbión. Un poco más arriba por fin aparece en el horizonte.

Desde aquí no parece gran cosa, pero a medida que me voy acercando por la Sierra del Mojón Alto siguiendo el GR-86.2 descubro una verdadera montaña.

A las 11:30 llego al Portillo Arenoso (2.146 m.), la base del Urbión. Me recibe un grupo de mastines que están al cuidado de un buen rebaño de ovejas. La ascensión no parece complicada, quizás haya que hacer alguna trepada por arriba, pero no parece muy expuesta.

Antes de alcanzar la cumbre me asomo por la cara norte del Urbión para descubrir las vistas del Valle del Río Urbión y la no muy lejana Sierra de La Demanda. Todo ello pertenece ya a Logroño.

Cuando son las 11:48 alcanzo la codiciada cumbre del Pico Urbión (2.229 m.).

Me sobra tiempo para descansar y disfrutar de la soledad en las alturas del Sistema Ibérico; estas son las primeras montañas españolas, las más viejas, las que más tiempo llevan aquí. Es el momento de respirar profundamente y cargarse de energía para el futuro, porque no se cuándo podré regresar a la montaña.

Para ver las primeras aguas del río Duero no tengo más que descender unos metros por la ladera sur y tras los últimos neveros aparece el primer arroyuelo del Duero. Le robo un litro de agua para llenar mi cantimplora y me apresuro en iniciar la ruta de regreso porque las nubes que se están formando justo aquí encima anuncian tormenta.

El descenso lo hago por los Llanos de La Sierra, bordeando la Laguna Larga. La ruta está muy bien marcada con hitos y pasa por lugares verdaderamente hermosos. Al lado de esta pequeña cascada de la Majada Rubia aproveché para mojarme los pies y relajarme durante un buen rato escuchando el sonido de las aguas y de la brisa alpina.

En cuanto llegué al aparcamiento de la Laguna Negra cayeron las primeras gotas de una tormenta impresionante. Pude comer tranquilamente en el interior de la furgona y en cuanto inicié el regreso hacia Vinuesa cayó un chaparrón descomunal. No paró de llover en toda la tarde, está claro que el tiempo está cambiando y tengo serias dudas de que mañana pueda hacer el Cañón del Río Lobos en bici.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Desierto de las Bardenas Reales.

Las Bardenas Reales forman un extenso territorio semidesértico y despoblado al SE de Navarra con un paisaje muy singular caracterizado por un relieve abrupto resultado de una fuerte erosión. Cabezos corroídos por el agua y el viento, planas, barrancos profundos, terrenos hundidos y paredes blancas de acantilados cuarteados son las señales de identidad de una zona que ha sido declarada Reserva de la Biosfera.

Su formación está directamente relacionada con la Depresión del Ebro: La alternancia de estratos de distinta dureza y resistencia a la erosión, y su disposición semi-horizontal permitieron que la erosión fluvial actuara con rapidez y aparecieran determinados montículos de arcilla protegidos de la erosión gracias a la presencia en su parte más alta de un nivel de mayor dureza como areniscas o calizas. Estos "cerros testigo" son conocidos como "cabezos", y los más representativos son el Piskerra y el Rallón. Algunos de ellos son más exagerados y han llegado a constituir auténticas chimeneas, como el archiconocido Castildetierra o el Hermanito del Piskerra.

He salido muy pronto de la base del Moncayo para dirigirme al Desierto de las Bardenas Reales. Está relativamente cerca de aquí, a unos cincuenta kilómetros. Para llegar a Arguedas tengo que pasar primero por Tarazona, Tudela y finalmente cruzar el río Ebro. Poco antes de llegar a Arguedas hay que coger la Carretera del Polígono que conduce directamente a la entrada del parque natural. No faltan señalizaciones.

Allí se encuentra un Centro de Visitantes que se me ocurrió visitar antes de aventurarme. El Desierto de Las Bardenas Reales tiene tres figuras legales para su protección: En 1999 fue declarado Parque Natural por el Parlamento de Navarra, el mismo año fue declarado Lugar de Interés Comunitario para formar parte de la Red Natura 2000, y finalmente Reserva de la Biosfera por la UNESCO en el año 2000. Resulta un poco chocante que en medio de tanta protección exista un enorme campo de tiro utilizado por Defensa para sus pruebas militares.

Mi intención es hacer el recorrido completo que da la vuelta al polígono de tiro en bicicleta, y realizar la ascensión al Rallón y al Piskerra, pero lo primero que me han dicho en el Centro de Visitantes es que está prohibido entrar en determinadas zonas de especial protección, incluída la del Rallón y la del Piskerra. ¿El motivo? Para proteger y no molestar a las aves que nidifican en los farallones rocosos. Lo primero que pensé fue: ¡Qué paradójico! ¿Acaso las pruebas militares no molestan a las aves? Parece ser que no, que molestan más los excursionistas. En fin, que me voy a pasar estas prohibiciones por donde ya se sabe...

En cuanto se llega al Cuartel Militar la carretera desaparece y parte a ambos lados la pista que rodea el polígono de tiro. Yo tiré por la derecha con la furgona y recorrí varios kilómetros hasta llegar al Rincón de las Rallas. Allí dejé aparcada la Capri y preparé el equipo para comenzar con la ruta en bicicleta.

Después de recorrer unos cuatro kilómetros por la pista llegué al Barranco del Canto y tomé la pista que parte por la derecha y que sube hacia un lugar llamado El Caldero. Lo que estoy haciendo es rodear el Piskerra para encontrar un lugar por donde pueda ascenderlo.

Pero hace mucho calor y todo está rodeado de campos de cereales y pastizales por donde es imposible pasar con la bici. Di la vuelta y de regreso al polígono de tiro encontré un camino con una indicación de "Prohibido el paso" y deduje que ese camino me conduciría hasta la base del Piskerra. Atravesé varios campos de cereales y llegué hasta una cabaña abandonada que me sirvió de sombra por un rato y de refugio para guardar la bicicleta mientras subía al Piskerra.

En cuanto llegué a la base encontré un barranco por donde pude ascender sin demasiada dificultad, de hecho pude guiarme de algún hito que anda por ahí puesto.

Para llegar a lo alto del Piskerra hay que salvar un desnivel de unos 120 metros y en algo menos de 20 minutos está hecha. El Piskerra tiene una altitud de 468 m. sobre el nivel del mar y ofrece una vista espectacular de las Bardenas Reales.

El Rallón es el cerro que se ve a la derecha, y desde aquí puedo ver que tiene una pista que debe subir directamente hasta su punto más elevado. Pero lo que más me asombra desde aquí es el Hermanito del Piskerra. ¿Habrá alguien que hubiera podido subirlo alguna vez? Desde aquí da vértigo.

Miestras estoy en el Piskerra sobrevuelan dos cazas del ejército que están haciendo maniobras en el Polígono de Tiro. Me pregunto ahora quién molesta a las aves que nidifican por aquí. Por cierto, ni rastro de ningún guarda, supongo que hace mucho calor para que anden patrullando por la zona.

Después de tomar varias fotografías y grabar algunos vídeos regresé a por la bicicleta y continué con el recorrido por el desierto. Siempre me han llamado mucho la atención los desiertos, pero nunca pensé que en España pudieran existir auténticos desiertos como este; hace un calor insoportable, el sol es abrasador; tengo la sensación de que este desierto es mucho más árido y seco que el Desierto de Tabernas, en Almería.

De nuevo en la pista del Polígono de Tiro continué pedaleando hasta la Cabaña Aguirre. Allí había varios coches aparcados; cuando me acerqué a investigar pude comprobar que se trataba de una cuadrilla de cazadores, un cartel indicaba "Aparcamiento para Cazadores". ¡Ah! O sea, que aquí también se puede venir a pegar tiros a los animales. Qué paradójico. En cuanto termine de recorrer la pista voy directo al Rallón, y me da igual encontrarme con un guarda porque pienso subir diga lo que diga.

Poco después alcancé el famoso Castildetierra, principal símbolo de las Bardenas. Lo encontré mucho más pequeño de lo que me imaginaba. Hace poco he leído que expertos en desertificación auguran un corto futuro al Castildetierra, parece ser que tiene los días contados; al menos he llegado a tiempo para verlo.

Ahora me queda la tirada más larga: Llegar de nuevo al Rincón de las Rallas y terminar el circuito completo del Polígono de Tiro. El calor es demoledor, son las tres de la tarde y ahora es cuando más le está pegando el sol, pero no tengo otra alternativa, hay que pedalear con paciencia. Kilómetro a kilómetro voy avanzando por la pista en medio del desierto pero por momentos temo sufrir una pájara, el agua se me está acabando al igual que las fuerzas. Los últimos kilómetros se me hacen interminables, todavía no alcanzo a ver la Capri.

Por fín, a eso de las cuatro y cuarto de la tarde llego a mi punto de partida. Rápidamente me quito la ropa y me refresco con el agua que llevo en el bidón de la furgoneta. Ha sido mi salvación, un poco más y caigo redondo de una insolación. No recuerdo haber pasado tanto calor en mi vida. Solo puedo estar bajo la sombra de la furgoneta suplicando por alguna brisa que refresque mi cuerpo mojado.

Pero me resisto a irme de aquí sin subir el Rallón. Tengo toda la tarde por delante, lo ideal sería subir durante la puesta de sol, pero me temo que los del parque no tardarán en buscarme porque me dejaron bien claro que tampoco estaba permitido acampar. Lo que está claro es que no puedo pasar aquí el resto de la tarde bajo este calor abrasador. Así que me pongo en marcha y me meto por la pista que parte del mismo aparcamiento y que está indicada con un cartel de "Prohibido el paso".

Sin duda es la pista que sube al Rallón, porque se mete por el valle que lo separa de los precipicios de la Ralla. En los murallones rosocos he podido distinguir a los buitres; uno de ellos está posado con las alas extendidas. Pero a medida que voy avanzando me están empezando a preocupar unas nubes de acumulación que se están acercando peligrosamente al desierto. Se oyen truenos en la lejanía, he leído en varios sitios que la lluvia convierte el firme bardenero en un terreno impracticable tanto a pie como en bicicleta o vehículo a motor, así que tengo que darme prisa.

La ascensión al Rallón es mucho más sencilla que la del Piskerra, una buena senda sube directamente al plano del Rallón. Su altitud es de 500 m. justos sobre el nivel del mar, y el desnivel que hay que salvar es de unos 150 m.

Tal y como esperaba las vistas son espectaculares, es sin duda el mejor mirador de las Bardenas Reales.

Imágenes como esta permanecerán grabadas en mi retina durante mucho tiempo...

Parece como si estuviera perdido en paisajes del lejano oriente. Es una pena no poder quedarse por aquí para contemplar el anochecer, pero me estoy quedando sin agua otra vez y tengo que regresar al aparcamiento.

Tan pronto como llegué a la furgona apareció un jeep del parque que estuvo observando mis movimientos durante un buen rato. Sospechaban que iba a quedarme para pasar la noche, seguro, pero ya no me quedaba agua suficiente y tomé la decisión de salir del desierto para dirigirme hacia mi próximo objetivo: El Pico de Urbión.

martes, 24 de mayo de 2011

Ascensión al Moncayo (2.316 m.)

El Sistema Ibérico es un conglomerado de montañas que carece de una alineación predominante como sucede con los demás sistemas montañosos españoles. Es la estructura más antigua, la que tiene los materiales más duros y la que soporta todo el relieve peninsular.

El Moncayo es su macizo más elevado, levantándose entre la Depresión del Ebro de Aragón y La Alcarria en Soria. Esta ubicación tan especial hace del Moncayo una verdadera isla de riqueza natural. Su altitud le permite beneficiarse de los vientos húmedos procedentes del Atlántico favoreciendo el desarrollo de un rico ecosistema caracterizado por la graduación altitudinal de su vegetación, lo que se traduce en una gran diversidad florística. Así, escalonándose entre los los restos glaciares de la cumbre y los encinares de la base del macizo, se encuentran grandes robledales, hayedos y pinares adornados de abundantes manantiales y que sirven de hábitat para una nutrida fauna.

Cuarta de las cumbres de los 10 Principales Sistemas Montañosos de España:¡CONSEGUIDO!

Es el primero de los cuatro días que dispongo este año para escaparme de Madrid y perderme entre las montañas de mi país. Este año lo necesito más que nunca, aunque solo sean cuatro días, necesito sentirme aislado de todo el mundo, no encontrarme con nadie, no hablar con nadie, sentirme a mí mismo en contacto con los elementos naturales. No quiero escuchar nada más que no sea el viento, la brisa de la Montaña, el sonido de los manantiales o los cánticos de las aves; nada de coches, ni teléfonos móviles, ni televisión, ni gente...

En esta ocasión llevo la Capri, mi furgona, que no solo me servirá para desplazarme a los diferentes lugares que tengo previsto visitar, sino que también será mi refugio. Llevo en ella todo lo necesario, el equipo de montaña al completo, el equipo fotográfico, comida suficiente para los cuatro días, agua, ropa de cambio, mochila para las ascensiones, mochila para las rutas en bici, mapas, cantimploras, barritas energéticas...

He salido de Leganés a las 6:30 de la mañana con dirección a Guadalajara para viajar directamente hasta Ágreda, en la provincia de Soria. A la altura del Puerto de Esteras, cerca de Medinaceli, pude distinguir ya en el lejano horizonte el inconfundible macizo del Moncayo. En Medinaceli hay que dejar la A-2 para coger la Nacional 101 que pasa por Almazán y Olvega antes de llegar a Ágreda.

En Ágreda hay que coger la carretera que lleva al pueblo de Vozmediano desde donde parte la vía de ascensión hacia el Santuario de Nuestra Señora del Moncayo a través de una pista forestal que permite recorrer la hermosísima corona forestal que rodea todo el macizo.

Este es el Refugio del Moncayo, muy cerca de la Fuente del Sacristán. Durante la ascensión por la pista hay numerosas indicaciones puestas por el Parque Natural que señalan la extensa red de senderos que recorren todo el parque.

A partir de los 1.350 m. de altitud la pista deja de estar asfaltada y ya solo queda llegar hasta el último aparcamiento, el del Haya Seca, próximo al Santuario a unos 1.610 m. de altitud. En algunos de los tramos de la subida puede distinguirse perfectamente el "cucharón" de la cumbre del Moncayo; parece que solo quedan unos pocos neveros alrededor del circo glaciar de la cumbre, de modo que no hará falta subir los crampones.

Poco antes de las doce del mediodía llego al aparcamiento, dejo allí la Capri y me preparo para la ascensión. Me esperan unos 700 metros de desnivel para la ascensión hasta la cumbre del Moncayo: En la mochila llevo el equipo fotográfico, las dos cantimploras, el mapa y unas barritas energéticas, nada más. A las 12:15 llegué al Santuario de la Virgen del Moncayo; esperaba otra cosa, una especie de monasterio antiguo bien conservado donde pudiera encontrarme con algún monje paseando entre sus huertos, pero nada de eso, no es más que una vieja construcción abandonada muy mal conservada que parece servir de refugio y restaurante para los numerosos visitantes que deben venir por aquí los fines de semana. Eso sí, las vistas son espectaculares.

Del mismo santuario parte un sendero que cruza el pinar en sentido ascendente con la indicación clara de que conduce al Moncayo.

El sendero no tiene pérdida y en algo menos de una hora se alcanza el Circo de San Miguel.

La vía clásica para la ascensión del Moncayo está indicada mediante numerosos hitos y sube por el margen izquierdo del circo directamente al Collado de Las Piedras, pero mi intención es alcanzar la cumbre cruzando el circo y ascendiendo por la Peña Nariz, creo que va a ser una ascensión mucho más interesante.

A las 13:20 crucé la barrera de los 2.000 m. de altitud; la pendiente es cada vez mayor y la ascensión se complica por culpa de las piedras, la única forma posible de subir es pisando por los pedreros, pero las piedras están tan sueltas que resulta muy difícil mantener el equilibrio. No obstante reconforta ver y disfrutar la panorámica que se abre a mis espaldas. En los últimos metros hay que agarrarse firmemente con las manos para mantener el equilibrio.

No es una montaña muy elevada, sin embargo la sensación de altitud es brutal, nunca había estado en una cumbre que ofreciera semejantes vistas, no se termina de ver horizonte...

A las 14:30 ya estaba en la cumbre disfrutando de las vistas que el Moncayo ofrece desde todos sus ángulos. En su buzón dejé la correspondiente hoja de cumbres, una anotación en el libro de cumbres y dejé atada en la cruz mi bandera del Treparriscos.

A simple vista ha costado un poquito distinguirlos, pero con el uso de los prismáticos he podido ver perfectamente la Cordillera entera de los Pirineos, es más, juraría haber reconocido el Monte Perdido, pero no estoy muy seguro porque desgraciadamente todavía no he pisado los Pirineos. Toda esa masa de nubes que se ve en el horizonte son las nubes de evolución que crecen sobre los Pirineos.

Después de estar una hora en la cumbre reponiendo fuerzas, descansando, haciendo fotografías y explorando el inmenso horizonte con los prismáticos, emprendí el camino de regreso, esta vez por la vía clásica, la del Collado de Las Piedras.

A las 16:40 llegué de nuevo a la base del Circo de San Miguel con una rozadura en el pie derecho y molestias en la rodilla izquierda, los mismos síntomas que me dificultaron el año pasado parte de la Travesía Transcantábrica.

Durante el descenso me he dedicado a reconocer parte de la diversidad florística y faunística del Moncayo, pudiendo distinguir diversas especies de brezos, jaras, genistas, enebros, sabinas, endrinos... Además de hayas y pinos silvestres, he podido observar que por aquí predominan también los robles del tipo Coscojo y Melojo, además de las encinas, que abundan sobretodo en la parte más baja del macizo.

Dentro del bosque pude escuchar a los corzos en varias ocasiones, pero en general he visto pocos rastros de animales; no he visto rastro alguno de jabalí ni de ciervo. Aves un montón de ellas, pero que haya podido reconocer tan solo algunos petirrojos, mirlos, carboneros, algún pico picapinos y una pareja de colirrojos muy cerca de la cumbre.

En uno de los recovecos del bosque pude aparcar la Capri y allí pasé la noche. Preparé una buena cena, repasé las anotaciones de mi diario de ascensiones y de mi cuaderno de campo y preparé el equipo para la jornada de mañana en el Desierto de las Bardenas Reales.