miércoles, 25 de mayo de 2011

Desierto de las Bardenas Reales.

Las Bardenas Reales forman un extenso territorio semidesértico y despoblado al SE de Navarra con un paisaje muy singular caracterizado por un relieve abrupto resultado de una fuerte erosión. Cabezos corroídos por el agua y el viento, planas, barrancos profundos, terrenos hundidos y paredes blancas de acantilados cuarteados son las señales de identidad de una zona que ha sido declarada Reserva de la Biosfera.

Su formación está directamente relacionada con la Depresión del Ebro: La alternancia de estratos de distinta dureza y resistencia a la erosión, y su disposición semi-horizontal permitieron que la erosión fluvial actuara con rapidez y aparecieran determinados montículos de arcilla protegidos de la erosión gracias a la presencia en su parte más alta de un nivel de mayor dureza como areniscas o calizas. Estos "cerros testigo" son conocidos como "cabezos", y los más representativos son el Piskerra y el Rallón. Algunos de ellos son más exagerados y han llegado a constituir auténticas chimeneas, como el archiconocido Castildetierra o el Hermanito del Piskerra.

He salido muy pronto de la base del Moncayo para dirigirme al Desierto de las Bardenas Reales. Está relativamente cerca de aquí, a unos cincuenta kilómetros. Para llegar a Arguedas tengo que pasar primero por Tarazona, Tudela y finalmente cruzar el río Ebro. Poco antes de llegar a Arguedas hay que coger la Carretera del Polígono que conduce directamente a la entrada del parque natural. No faltan señalizaciones.

Allí se encuentra un Centro de Visitantes que se me ocurrió visitar antes de aventurarme. El Desierto de Las Bardenas Reales tiene tres figuras legales para su protección: En 1999 fue declarado Parque Natural por el Parlamento de Navarra, el mismo año fue declarado Lugar de Interés Comunitario para formar parte de la Red Natura 2000, y finalmente Reserva de la Biosfera por la UNESCO en el año 2000. Resulta un poco chocante que en medio de tanta protección exista un enorme campo de tiro utilizado por Defensa para sus pruebas militares.

Mi intención es hacer el recorrido completo que da la vuelta al polígono de tiro en bicicleta, y realizar la ascensión al Rallón y al Piskerra, pero lo primero que me han dicho en el Centro de Visitantes es que está prohibido entrar en determinadas zonas de especial protección, incluída la del Rallón y la del Piskerra. ¿El motivo? Para proteger y no molestar a las aves que nidifican en los farallones rocosos. Lo primero que pensé fue: ¡Qué paradójico! ¿Acaso las pruebas militares no molestan a las aves? Parece ser que no, que molestan más los excursionistas. En fin, que me voy a pasar estas prohibiciones por donde ya se sabe...

En cuanto se llega al Cuartel Militar la carretera desaparece y parte a ambos lados la pista que rodea el polígono de tiro. Yo tiré por la derecha con la furgona y recorrí varios kilómetros hasta llegar al Rincón de las Rallas. Allí dejé aparcada la Capri y preparé el equipo para comenzar con la ruta en bicicleta.

Después de recorrer unos cuatro kilómetros por la pista llegué al Barranco del Canto y tomé la pista que parte por la derecha y que sube hacia un lugar llamado El Caldero. Lo que estoy haciendo es rodear el Piskerra para encontrar un lugar por donde pueda ascenderlo.

Pero hace mucho calor y todo está rodeado de campos de cereales y pastizales por donde es imposible pasar con la bici. Di la vuelta y de regreso al polígono de tiro encontré un camino con una indicación de "Prohibido el paso" y deduje que ese camino me conduciría hasta la base del Piskerra. Atravesé varios campos de cereales y llegué hasta una cabaña abandonada que me sirvió de sombra por un rato y de refugio para guardar la bicicleta mientras subía al Piskerra.

En cuanto llegué a la base encontré un barranco por donde pude ascender sin demasiada dificultad, de hecho pude guiarme de algún hito que anda por ahí puesto.

Para llegar a lo alto del Piskerra hay que salvar un desnivel de unos 120 metros y en algo menos de 20 minutos está hecha. El Piskerra tiene una altitud de 468 m. sobre el nivel del mar y ofrece una vista espectacular de las Bardenas Reales.

El Rallón es el cerro que se ve a la derecha, y desde aquí puedo ver que tiene una pista que debe subir directamente hasta su punto más elevado. Pero lo que más me asombra desde aquí es el Hermanito del Piskerra. ¿Habrá alguien que hubiera podido subirlo alguna vez? Desde aquí da vértigo.

Miestras estoy en el Piskerra sobrevuelan dos cazas del ejército que están haciendo maniobras en el Polígono de Tiro. Me pregunto ahora quién molesta a las aves que nidifican por aquí. Por cierto, ni rastro de ningún guarda, supongo que hace mucho calor para que anden patrullando por la zona.

Después de tomar varias fotografías y grabar algunos vídeos regresé a por la bicicleta y continué con el recorrido por el desierto. Siempre me han llamado mucho la atención los desiertos, pero nunca pensé que en España pudieran existir auténticos desiertos como este; hace un calor insoportable, el sol es abrasador; tengo la sensación de que este desierto es mucho más árido y seco que el Desierto de Tabernas, en Almería.

De nuevo en la pista del Polígono de Tiro continué pedaleando hasta la Cabaña Aguirre. Allí había varios coches aparcados; cuando me acerqué a investigar pude comprobar que se trataba de una cuadrilla de cazadores, un cartel indicaba "Aparcamiento para Cazadores". ¡Ah! O sea, que aquí también se puede venir a pegar tiros a los animales. Qué paradójico. En cuanto termine de recorrer la pista voy directo al Rallón, y me da igual encontrarme con un guarda porque pienso subir diga lo que diga.

Poco después alcancé el famoso Castildetierra, principal símbolo de las Bardenas. Lo encontré mucho más pequeño de lo que me imaginaba. Hace poco he leído que expertos en desertificación auguran un corto futuro al Castildetierra, parece ser que tiene los días contados; al menos he llegado a tiempo para verlo.

Ahora me queda la tirada más larga: Llegar de nuevo al Rincón de las Rallas y terminar el circuito completo del Polígono de Tiro. El calor es demoledor, son las tres de la tarde y ahora es cuando más le está pegando el sol, pero no tengo otra alternativa, hay que pedalear con paciencia. Kilómetro a kilómetro voy avanzando por la pista en medio del desierto pero por momentos temo sufrir una pájara, el agua se me está acabando al igual que las fuerzas. Los últimos kilómetros se me hacen interminables, todavía no alcanzo a ver la Capri.

Por fín, a eso de las cuatro y cuarto de la tarde llego a mi punto de partida. Rápidamente me quito la ropa y me refresco con el agua que llevo en el bidón de la furgoneta. Ha sido mi salvación, un poco más y caigo redondo de una insolación. No recuerdo haber pasado tanto calor en mi vida. Solo puedo estar bajo la sombra de la furgoneta suplicando por alguna brisa que refresque mi cuerpo mojado.

Pero me resisto a irme de aquí sin subir el Rallón. Tengo toda la tarde por delante, lo ideal sería subir durante la puesta de sol, pero me temo que los del parque no tardarán en buscarme porque me dejaron bien claro que tampoco estaba permitido acampar. Lo que está claro es que no puedo pasar aquí el resto de la tarde bajo este calor abrasador. Así que me pongo en marcha y me meto por la pista que parte del mismo aparcamiento y que está indicada con un cartel de "Prohibido el paso".

Sin duda es la pista que sube al Rallón, porque se mete por el valle que lo separa de los precipicios de la Ralla. En los murallones rosocos he podido distinguir a los buitres; uno de ellos está posado con las alas extendidas. Pero a medida que voy avanzando me están empezando a preocupar unas nubes de acumulación que se están acercando peligrosamente al desierto. Se oyen truenos en la lejanía, he leído en varios sitios que la lluvia convierte el firme bardenero en un terreno impracticable tanto a pie como en bicicleta o vehículo a motor, así que tengo que darme prisa.

La ascensión al Rallón es mucho más sencilla que la del Piskerra, una buena senda sube directamente al plano del Rallón. Su altitud es de 500 m. justos sobre el nivel del mar, y el desnivel que hay que salvar es de unos 150 m.

Tal y como esperaba las vistas son espectaculares, es sin duda el mejor mirador de las Bardenas Reales.

Imágenes como esta permanecerán grabadas en mi retina durante mucho tiempo...

Parece como si estuviera perdido en paisajes del lejano oriente. Es una pena no poder quedarse por aquí para contemplar el anochecer, pero me estoy quedando sin agua otra vez y tengo que regresar al aparcamiento.

Tan pronto como llegué a la furgona apareció un jeep del parque que estuvo observando mis movimientos durante un buen rato. Sospechaban que iba a quedarme para pasar la noche, seguro, pero ya no me quedaba agua suficiente y tomé la decisión de salir del desierto para dirigirme hacia mi próximo objetivo: El Pico de Urbión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

bonito lugar, hay un sitio muy bonito dentro del parque denominado senda de los ciervos.