domingo, 2 de marzo de 2008

6ª Ascensión a Torre Bermeja (2.393 m.).

La Torre Bermeja es la peña situada más al sur del Macizo del Cornión (Occidental) de los Picos de Europa. Con sus 2.393 m. de altitud ofrece una espectacular visión de Torre Santa (2.596 m.), del Mar Cantábrico, de Asturias y de la Cordillera Cantábrica. Su ascensión desde Posada de Valdeón supone salvar un desnivel de 1.465 m. Pero el paso por la Canal de Pambuches, Collado Verde y Canal del Bufón recompensa y mucho el gran esfuerzo físico.

Es domingo, 2 de marzo de 2008. Hace tiempo le prometí a mi amiga Eli que la subiría a la Torre Bermeja. Es búlgara, lleva dos años buscándose la vida como puede en el Valle de Valdeón, una de mis primeras y más fieles clientes del supermercado, pero sobre todo, una buena amiga. Y lo prometido es deuda, así que temprano preparamos las mochilas y nos ponemos en marcha.

Para salvar parte del desnivel al que nos enfrentamos, cogemos el Trepas y subimos hasta la Majada de la Argoya, y de allí hasta Bustiello, a unos 1.300 m. de altitud. Allí dejamos el Trepas y comenzamos a subir por la pista hacia la Vega de Llos. Vamos a subir por La Travesona hacia el Collado Verde (2.087 m.). Hace un día soleado y caluroso, increíble para la época en la que estamos. Pero el día es corto y tenemos que subir a buen ritmo. En la cumbre es posible que haya nieve helada, de modo que llevamos crampones y piolet.

En la Vega de Llos apenas nos entretenemos, cogemos agua y comenzamos la ascensión a La Travesona. Sin demasiada dificultad, llegamos y cruzamos toda La Travesona hacia el Collado Verde. Es la sexta vez que subo La Bermeja, pero la primera vez que lo hago por el Collado Verde. Hasta ahora siempre había subido por Pambuches.



Eli comienza a notar el esfuerzo físico, pero goza de una gran fortaleza y disfruta tanto de la Montaña que saca fuerzas de donde sea para seguir adelante y mantener mi ritmo. Por fin llegamos al Collado Verde y hacemos una parada para descansar.


Desde aquí busco la posibilidad de alcanzar la Canal de Bufón sin perder altitud, pero no hay paso posible. Tenemos que descender unos 150 m. de desnivel hasta entrar en la canal. Y aquí comenzamos a trepar. Es la parte que más me gusta de esta ascensión, motivo por el que la hago tantas veces. Eli trepa como una cabra, hay muy poca nieve y gozamos de las vistas de Valdeón mientras vamos ganando altitud. Y pronto alcanzamos la nieve. Nos ponemos los crampones pero está demasiado blanda (hace mucho calor). Nos los quitamos, pero más arriba nos los volvemos a poner.


En cuanto podemos, tiramos por la roca para poder trepar y no acusar tanto el esfuerzo de hundirnos en la nieve.


Más o menos a las 14:00 horas llegamos a cumbre. Hace un día de calor, aunque sopla algo de viento fresco. Pero nos parece increíble que en 2 de marzo haga este tiempo a casi 2.400 m. de altitud. Comemos tranquilamente, descansamos y planificamos el descenso. No nos apetece bajar por el mismo sitio, así que le planteo a Eli la posibilidad de dirigirnos a Los Modelizos (2.245 m.) y descender por la Canal del Perro hacia El Frade.

Sin poner ninguna objeción, emprendemos la aventura de descender por otra variante. Pero cuando estamos a punto de llegar a Los Modelizos, después de media hora de descenso, nos topamos con un cortado imposible de salvar. No hay opciones, tenemos que regresar a La Bermeja. Pero echo un vistazo hacia abajo intentanto buscan la más mínima opción alternativa, pero nada. No me parece una buena idea, y menos con Eli: Hay una caída en pendiente casi vertical de unos 40 o 50 metros y solo un loco bajaría por ahí. Pero Eli no lo piensa tanto como yo y se lanza sin más. Tira la mochila, se agarra con fuerza y comienza a destrepar por ese abismo. Es como si no tuviera el más mínimo aprecio por su vida. Intento que desista pero es imposible, ya está en medio de la pared.

Tengo que bajar inmediatamente antes de que ocurra algo. No tiengo tiempo de pensarlo más, somos unos insensatos, pero nos puede más la adrenalina. Por suerte hay suficientes agarres y conseguimos llegar al canchal sanos y salvos.


Pero en este punto me doy cuenta de que desde aquí no hay paso directo a La Travesona, tiene que haber un cortado que impide el paso, si no, habría una ascensión directa a La Bermeja desde La Travesona, pero esto no figura en ningún mapa. Presiento que nuestros problemas no han hecho más que empezar. De pronto, un grupo de rebecos nos ve aparecer y emprenden su huída hacia arriba en lugar de descender. Está claro, hay un cortado bloqueando el paso.

Y efectivamente, lo hay. Ahora sí que la situación es crítica, porque si optamos por regresar a La Bermeja, es decir, volver a subir todo lo que hemos bajado y trepar otra vez por aquella pared, se nos hace de noche seguro (son las seis de la tarde). Y si tenemos que pasar la noche, es seguro que nos vamos a congelar. Hay que salir de aquí como sea. Me pongo a buscar una salida, por un lado, por otro, pero solo encuentro caídas verticales imposibles de salvar. Siento como si La Bermeja nos hubiera atrapado y nos nos deja salir. De pronto, veo una grieta que desciende por un surco estrecho por el que creo podemos destrepar agarrándonos fuertemente. La grieta está muy expuesta y tiene nieve que dificulta el paso, pero poco a poco y con mucho cuidado logramos salvar el paso.

Respiramos tranquilos, pero más abajo nos encontramos con un segundo cortado. Esta vez sí que veo La Travesona, pero tenemos que salvar otra caída vertical. Buscamos por todos los lados y finalmente encontramos otro paso menos arriesgado que el anterior.


Finalmente, a las siete de la tarde alcanzamos La Travesona sanos y salvos. Es increíble ver por dónde hemos bajado, no nos lo podemos creer. Pero tenemos que darnos prisa porque el sol está a punto de ocultarse en el horizonte.


Ha sido una experiencia inolvidable; pocas veces he vivido sensaciones en la Montaña tan intensas como esta. He sentido el vacío, he sentido el instinto de supervivencia, son sensaciones difíciles de explicar. Son las aventuras que busco en la Montaña, las sensaciones que dan sentido a mi vida. Soy consciente del riesgo que corro, se que algún día puedo no encontrar la salida que hasta ahora he encontrado, pero la Montaña es así, es el precio que tienes que pagar.