domingo, 1 de septiembre de 2002

Aproximación a Torre Cerredo (2.648 m.)

Torre Cerredo con sus 2.648 metros es la montaña de mayor altitud de los Picos de Europa, de la Cordillera Cantábrica y también del todo el noroeste peninsular, estando enclavada en el Macizo Central de los Picos de Europa o Macizo de los Urrieles, en la divisoria de las provincias de León y Asturias. Su cima, con un desnivel de más de 2.200 metros sobre el río Cares, el más acusado de la Península Ibérica, posee unas magnificas vistas del Macizo Occidental y de las canales que vierten sobre la garganta del Cares. Fue ascendida por primera vez el 30 de junio de 1.882 por Aymar d'Arlot de Saint Saud, Paul Labrouche, Juan Suárez y Francois Salles.



Sábado, 31 de agosto de 2.001. Por fín ha llegado el día de intentar la ascensión a la mayor elevación de los Picos de Europa, Torrecerredo. He dejado sola a Marta con la tienda en León y me he organizado este fin de semana con Raul Alfageme para llevar a cabo tal hazaña.

Nuestra intención es partir de Caín hacia Culiembro por la senda del Cares, subir por la Canal de Piedra Bellida hasta el Collado Cerredo, y continuar la ascensión por los Cuetos del Trave hasta el Jou de Los Cabrones, donde pernoctaremos en el Refugio "Jose Ramón Lueje". El domingo por la mañana saldremos a conquistar la cima de Torrecerredo con tiempo para que podamos regresar y descender de nuevo a Amuesa en el día. Serán dos jornadas maratonianas pero necesarias para poder estar de regreso el lunes.

Partimos de León a las cinco de la mañana para plantarnos en Caín con los primeros rayos del sol. Rápidamente preparamos los macutos y comenzamos a caminar por la Senda del Cares durante media hora hasta llegar a Culiembro. Cuando comenzamos a subir por los pendientes pandos de Culiembro enseguida notamos el fuerte calor que íbamos a pasar durante la larga ascensión. Y es que nos esperan más de dos mil metros de desnivel; se hace muy duro pensar durante la subida que cuando lleguemos al Collado Cerredo todavía estaremos a 1.454 metros de altitud (Caín está a 460 m. y El Cares a su paso por Culiembro todavía está más abajo).


El calor sofocante unido a la elevada humedad ambiental nos hace sudar a cada paso que damos. Aun así, con alguna que otra paradita para coger aire logramos avanzar mientras nos adentramos de lleno por la Canal de Piedra Bellida. Raúl sube con doscientas moscas revoloteando alrededor de su cabeza, es el "Señor de las Moscas"...


Al acercarnos al Collado Cerredo nos metimos de lleno en una espesa niebla que no nos permitió disfrutar del paisaje que ofrecen estos cortados. Lo preocupante ahora es que demos con la senda que sube por la Cuesta del Trabe porque no vemos nada, lo único que podemos hacer es dejarnos guiar por la marca de la senda y los hitos.


Y ocurrió lo que tenía que ocurrir: A medida que íbamos ganando altura a punto de llegar a los Cuetos del Trave desapareció el terreno firme y afloró la roca viva, y claro, nos perdimos. La niebla es tan espesa que no nos deja ver ni una sola referencia, estamos totalmente perdidos y desorientados.


Decidimos seguir subiendo poco a poco extremando al máximo las precauciones y al poco tiempo oímos unas voces. Se trataba de un par de montañeros que precisamente buscaban el mismo objetivo que nosotros. Los cuatro juntos reunimos nuestros esfuerzos y tomamos la determinación de buscar hitos. Fuimos siguiendo hito tras hito hasta encontrarnos cientos de ellos por todos lados; al examinar uno de ellos pudimos comprobar que fueron puestos por los espeleolólogos para indicar las entradas a las simas.


Deducimos por tanto que debemos encontrarnos en algún punto al pie de los Cuetos del Trave, puesto que aquí se encuentran las simas más profundas de los Picos de Europa, varias de las cuales superan los mil metros de profundidad, y concretamente una de ellas, la Torca del Cerro, es la cavidad más profunda de España y la cuarta del planeta. Precisamente hace tres años un grupo de espeleólogos franco-español batieron aquí el record de España llegando hasta sus 1.589 m. de profundidad.


Perdidos y desorientados en medio de ninguna parte, de pronto vemos cómo asoman unos picos en lo alto:


Probablemente se trate de los Cuetos del Albo, pero ninguno de nosotros está lo suficientemente seguro. Se está haciendo tarde y pronto debemos encontrar alguna referencia mejor para dar con el refugio. Decidimos subir un poco más alto a ver si logramos salir de la niebla. Por fin, con las últimas luces del día logramos alcanzar el límite superior de la niebla, pero sin tener ni idea de por dónde andamos.


Lo único que podemos hacer ahora es buscar en medio de toda esta roca un buen lugar donde pasar la noche. Caminando casi a oscuras con los frontales puestos descendemos hacia lo que nos parece un circo o un jou donde suponemos encontrar algo de terreno firme.


Y allí perdidos los cuatro, Raúl, yo y nuestros colegas asturianos Carlos y Paco, improvisamos un pequeño campamento, cenamos y nos echamos a dormir en los sacos mientras contemplábamos el firmamento.


Al día siguiente amaneció con más claridad y pudimos observar todo lo que teníamos a nuestro alrededor.


Con ayuda de los mapas supimos entonces que nos hayábamos en el Jou del Agua, bastante desviados del Jou de Los Cabrones donde estaba el refugio. Comenzamos a caminar salvando todo tipo de obstáculos: Trepadas, destrepadas, simas... en algunos tramos tuvimos que hacer uso de cuerdas de seguridad. Y allí fue donde comencé a notar que algo no iba bien en mis rodillas, sentía un dolor muy intenso en los lados de la rodilla cada vez que descendía un paso.


Casi dos horas después de comenzar a caminar por fín dimos con el Jou de Los Cabrones. No nos extrañó entonces el nombre que le pusieron a esta zona. Y allí estaba el refugio. Yo lo único que deseaba era llegar, soltar la mochila y pedirle al guarda una pomada o algo que aliviara el dolor de mis rodillas.


Descendimos al refugio para descansar un poco, conocer al guarda y considerar nuestras posibilidades de alcanzar la cumbre de Torre Cerredo. Carlos y Paco lo descartaron desde un principio y decidieron descender a Bulnes. Raúl y yo no nos resignábamos a abandonar, pero lo cierto es que mis rodillas no estaban para más ascensión. Finalmente tomamos la decisión de abandonar.


Nos planteamos entonces la posibilidad de bajar por la Canal del Agua directamente a El Cares. A priori una bestialidad pero lo cierto es que el guarda no nos lo puso tan crudo; tan solo necesitaríamos unos 25 ó 30 metros de cordino para salvar el paso de la Canal del Agua a la Canal de Ría, y precisamente llevábamos suficiente cordino encima. Lo que teníamos claro era que descender de nuevo por la Cuesta del Trabe hasta Bulnes, Poncebos y Caín nos parecía una auténtica matada. Subimos al Collado del Agua y allí tomamos la decisión.


La bajada nos pone los pelos de punta, y a mí la tendinitis me hace ir más despacio de lo normal. Aun así, siendo ya la una de la tarde no podemos demorar más nuestra decisión y sin pensarlo más nos ponemos a bajar por la canal.


Pero al cabo de una hora de descenso vertiginoso nos encontramos con un grupo de montañeros cargados de material de escalada que nos advierten de lo complejo que va a ser cruzar a la Canal de Ría para evitar el cortado que termina con nuestra canal; de hecho uno de ellos nos confiesa que él nunca haría la Canal del Agua bajando. Entonces fue cuando nos entró el pánico: Las dos de la tarde y yo con una tendinitis aguda en las rodillas, o nos damos la vuelta para arriba o nos arriegamos a cruzar ese paso tan complicado.

Nos quedamos unos minutos pensándolo en silencio, ninguno de los dos sabíamos qué decir. Al final tomamos una de las decisiones más difíciles de tomar en la Montaña: Abandonar nuestro objetivo y retirarnos a tiempo.


Pasadas las tres de la tarde cruzamos el refugio y sin parar caminamos y caminamos por los Cuetos del Trabe. Al llegar a Amuesa tenía las rodillas tan destrozadas que no me atreví a descender por la Canal de Piedra Bellida. Optamos entonces por bajar hacia Bulnes e intentar llegar a Poncebos antes de que anochezca. Los dos éramos conscientes de que no llegaríamos a tiempo para regresar a León, de modo que llamamos por teléfono para advertir que tendríamos que pasar una noche más.


Tuve que "arrastrarme" literalmente por los pedreros de la Canal de Amuesa por aliviar en lo posible el dolor que me causaba la tendinitis en ambas rodillas. No podía caminar y me sentía mal por hacerle perder tiempo a Raúl que tenía que acudir al trabajo al día siguiente.


Al llegar a Bulnes se nos echó la noche encima y bajamos por la Canal del Tejo a oscuras y con los frontales. Cuando por fin alcanzamos Poncebos nos tiramos al suelo y dormimos unas cuantas horas.


Al día siguiente tardamos más de cinco horas en recorrer los 12 km. de la Ruta del Cares. Mientras caminaba aguantando el dolor pensé que mis años de locura montañera habían llegado a su final. Tengo ya 30 años de edad y noto que ya no tengo la misma capacidad y resistencia que tenía años atras. Es cierto que para subir Torrecerredo desde Caín hay que estar en plena forma, entrenar lo suficiente y estirar correctamente, y yo no lo he hecho. Tengo que pensar que si quiero aventurarme en rutas de este calibre, necesito entrenar, calentar, ponerme en forma y llevar bastón.