sábado, 4 de mayo de 2002

Bosque de Muniellos (Asturias).

La recientemente declarada Reserva de la Biosfera de Muniellos se sitúa en el confín suroccidental de Asturias, entre los concejos de Cangas de Narcea e Ibias. La abrupta orografía unida a la elevada pluviosidad pusieron freno a la transformación del paisaje por parte del hombre y gracias a ello hoy podemos decir que Muniellos constituye una representación casi virginal de las comunidades vegetales y animales que en otro tiempo fueron dominantes a lo largo de la Cordillera Cantábrica.  


Tenía muchas ganas de conocer el Bosque de Muniellos y descubrir los secretos que guarda en su interior, pero no es posible adentrarse en lo profundo del bosque salvo con un permiso explícito de la guardería de la Reserva del Principado, una solicitud que hay que presentar con bastantes meses de antelación, puesto que las visitas al bosque están rigurosamente controladas y son bastante limitadas. 

La primera visita quedó programada para el 14 de diciembre del año pasado. En aquella ocasión fuimos mi hermana Laura, mi cuñado Alfredo, mi madre, yo y mi amigo y compañero de carrera Oscar.   



Iniciamos el recorrido en Tablizas siguiendo la senda que sube por el Arroyo de Cullada. 


Se trata del sendero que discurre por una sucesión rítmica de vallinas tan característica del paisaje de Muniellos y que recorre todo el valle pasando en su punto más alto por las Lagunas de Muniellos. No hay mucho desnivel, pero el recorrido es largo, muy largo, y se requiere de todo el día para hacerlo completo.   


Pero en diciembre los días son tan cortos que resulta imposible recorrer la totalidad del sendero, de modo que caminamos hasta la Vallina de Las Fayonas y luego dimos la vuelta para regresar antes de que oscureciera.

La pureza del aire y la elevada humedad relativa en Muniellos contribuyen al espectacular desarrollo de los líquenes epífitos que otorgan al bosque un aspecto fantasmagórico muy característico. 

Regresamos a Tablizas con el propósito de reservar otra visita para realizarla en primavera con los días más largos y poder así hacer el recorrido completo de la senda. En el calendario estaba disponible en 4 de mayo y todos consideramos que sería un día perfecto para la segunda visita.

Y así fue, la segunda visita quedó programada para hoy 4 de mayo de 2002, pero ni Alfredo ni Oscar pudieron venir. En su lugar vinieron Carolina y Fernando que aceptaron encantados la propuesta de hacer la ruta completa de Muniellos. 



El pronóstico del tiempo advierte de la posibilidad de nevadas por encima de los 1.800 m. de altitud, pero lo cierto es que a primera hora de la mañana parece que el buen tiempo nos va a acompañar, y al menos así lo hará durante la primera parte del recorrido por la ladera de solana. 


Sin embargo a medida que vamos avanzando el tiempo va empeorando y me doy cuenta de que estamos caminando a un ritmo demasiado lento y pausado. Intento imponer un ritmo constante en la marcha pero me resulta imposible, mi madre comienza a tener ligeras molestias en su rodilla y no puede caminar más rápido.

Comencé a ponerme nervioso porque estaba viendo que no llegábamos a las lagunas a tiempo para regresar por la otra vertiente. Pasamos una vallina, otra, y otra, y otra... así hasta que comenzó a llover. Sacamos los chubasqueros y seguimos caminando sin pausa. Querían parar a comer pero les dije que no teníamos mucho tiempo, quería llegar a toda costa a las lagunas para respirar tranquilo sabiendo que tendríamos tiempo suficiente para el regreso por la otra ladera. Entonces el grupo se disgregó: Yo continué caminando a buen ritmo, Fernando y Carolina se fueron quedando atrás y mi madre y Laura iban las últimas deteniéndose cada poco para descansar la rodilla. 

Y para colmo de desgracias se pone a nevar copiosamente. Echo una mirada hacia atrás y veo que nadie me sigue. Entonces regreso y me los encuentro atrás, caminando lentamente. Están cansados, chopados de agua y hambrientos, pero me preocupa especialmente el estado en el que se encuentra mi madre, está claro que no puede seguir. Estamos muy cerca, lo presiento, debemos estar debajo de la Peña Velosa, a punto de entrar en el Cotarrón de Las Lagunas, pero lo cierto es que no se puede seguir caminando en estas condiciones, mojados, hambrientos y con el tiempo justo para regresar. 

Total, que la expedición quedó abortada por segunda vez, no hay manera, un fracaso. Regresamos por el mismo sendero y llegamos a Tablizas a última hora de la tarde a punto de anochecer, agotados y reventados, sobre todo mi madre, que ya no podía dar un paso más. Carolina llegó helada de frío, estaba temblando, con claros síntomas de hipotermia. De hecho, lo pasó fatal en el coche durante el regreso a León, no paró de vomitar a lo largo de todo el camino.